Sopa rellena o torrada, escaldums de pavo, lechona al horno y/o gallina farcida para empezar. Coques de torró, torró d´ametlla torrada y coca de patata para la sobremesa. Si hoy encuentra en su mesa algunos de estos ingredientes significa que celebra la Navidad como los mallorquines de hace 60 0 70 años. Por supuesto, la noche anterior no ha organizado un gran cenorrio. Se ha limitado a asistir a las maitines con ganas de escuchar este canto terrible y amenazante que es la Sibil·la. Si no es creyente, habrá abandonado el templo la última vez que un niño, una niña o una soprano adulta haya bramado El jorn del judici parrà/ el qui haurà fet servici. No habrá entendido la letra -ni siquiera hay acuerdo sobre el significado del verbo parrar-, no tendrá un sentimiento religioso, pero habrá partido emocionado porque este canto es el de nuestros abuelos y el de los abuelos de nuestros abuelos... Es un símbolo propio y único de los mallorquines que ha perdurado a lo largo de los siglos gracias a nuestra condición de isleños (entre otras cosas, como la tolerancia del obispo Joan Vich i Manrique hacia las tradiciones mallorquinas).

Hoy puede sentarse a una mesa con viandas suficientes para una semana porque anoche no hubo ni besugo ni langostinos. Como mucho un chocolate con ensaimadas, ya de madrugada, después de acabado el oficio de maitines. La conversación se prolongará durante horas y las sillas irán quedándose vacías cuando la luz del día se haya apagado.

Por supuesto, es posible que odie la Navidad -eso hace moderno- y que no soporte al cuñado que han sentado a su lado. Incluso puede que la lechona siente como un tiro a su estómago o que el turrón dispare sus niveles de glucosa en sangre. Tal vez después del tercer trago de vino se le dispare la lengua con inconveniencias que pongan fin a la tregua familiar. Sin embargo, no intente aguar la fiesta a los demás. Disfrute hoy de una navidad a la mallorquina y mañana, Segona festa, dedíquese a visitar belenes -algunos son auténticas obras de arte-, familiares y amigos. Acabará harto -de comida-, pero feliz. Bon Nadal.