Si alguna patria dijo tener Albert Camus, esa fue el Mediterráneo. Y frente al mar que tanto amó permanecerá su nombre, ya que el parque de la fachada marítima de Llevant adopta desde ayer el topónimo del reconocido escritor y Premio Nobel de Literatura. La iniciativa ha sido apoyada por más de un centenar de escritores y entidades del mundo cultural en el centenario de su nacimiento. El impulsor, periodista e historiador Francesc M. Rotger se congratuló de que el Ayuntamiento le haya dedicado "un rinconcito junto al mar" y recordó su visita a Ciutat cuando solo tenía 21 años. "Fue el primer viaje de su vida, además de Eivissa, y luego no pudo volver por la Guerra Civil y el franquismo, que tanto odió, pero en el relato Amor por la vida dejó patente la impresión que le causó Palma y el resto de la isla", destacó Rotger en el acto de homenaje celebrado en el parque situado frente al Palacio de Congresos.

"Puede ser que la complejidad existencial del lugar, mejorada gratamente por la proximidad del mar Mediterráneo, convierte en perfecta la designación elegida para este enclave cívico. Espacio donde se unen la naturaleza y la convivencia entre niños, jóvenes y adultos. Sin ninguna duda, es un lugar para honrar el nombre y al hombre, el humanista integral", en palabras del regidor de Cultura de Cort, Fernando Gilet.

Al pequeño acto celebrado en la soleada mañana también asistió el cónsul de Francia, Michel Magnier, ya que Albert Camus (1913-1960) nació en Argelia, que en aquella época era colonia francesa. Para el cónsul, la importancia de este nuevo topónimo en Palma no solo radica en que tiende puentes con el país galo, sino también en que "quienes se acerquen a este parque y no conozcan a Camus se preguntarán quién era", lo que conllevará a un "conocimiento de sus valores. Algunos se están perdiendo y los tendríamos que recuperar", destacó.

Amor por la vida

"Es posible que nunca comarca alguna, a no ser el Mediterráneo, me haya conducido a un tiempo tan lejos y tan cerca de mí mismo. De aquí procedía, sin duda, mi emoción en el café de Palma. Pero al mediodía, por el contrario, en el barrio desierto de la catedral, entre los palacios viejos de patios frescos, por las calles que huelen a sombra, lo que me llamaba la atención era la idea de cierta lentitud. En los miradores, mujeres ancianas estáticas. Y, caminando a lo largo de las casas, deteniéndome en los patios llenos de plantas y de pilares redondos y grises, me disolvía en aquel olor de silencio, me quedaba sin mis perfiles, no era ya sino el sonido de mis pasos, o esa bandada de aves, cuya sombra divisaba en la parte de arriba de las paredes donde aún daba el sol". Este fragmento del relato Amor por la vida, de su libro El revés y el derecho (1937), muestra el contraste que vivió en la capital balear, ya que "en Palma, por la noche, la vida es un reflujo lento hacia el barrio de los cafés cantantes que hay detrás del mercado; calles oscuras y silenciosas hasta el momento en que se llega ante las puertas de persiana por donde se filtran la luz y la música", tal como describe.

Del "exiguo claustro gótico de San Francisco", en el que pasaba largas horas, también habla este escritor universal. "Allí se hallaba todo mi amor por la vida: una pasión silenciosa por aquello que quizá se me iba a escapar, una amargura bajo una llama. Todos los días me iba de aquel claustro como arrebatado de mí mismo, contenido por un breve instante en la duración del mundo [...]. Entonces entendía de verdad lo que podían aportarme países así. Siento admiración por el hecho de que puedan hallarse a orillas del Mediterráneo certidumbres y normas de vida, por que podamos encontrar en ese lugar satisfacción para nuestra razón de ser y justificación para un optimismo y un sentido social". La huella de Albert Camus perdurará en el parque a orillas del mar que tanto amó.