Que Palma está cada vez más sucia no es noticia. Desgraciadamente es un hecho cotidiano y constatable. Bájese del coche, del bus, aparque la bicicleta y dele a las piernas porque quien las mueve mueve el corazón, dicen los de la vida lenta. Y yo lo creo. A vista de pies, la ciudad es inmensa, un logaritmo de difícil resolución. Es un lugar para iniciados. Y para olfatos sellados.

Palma no huele bien,y estamos a dos pasos de una huelga de recogida de basuras. En Emaya las cosas están feas, y los trabajadores plantean un cierre en banda: no va a haber recogida a partir del día de Navidad.

Más allá del enfrentamiento entre trabajadores y la empresa municipal, o sea, el equipo de gobierno, la ciudad ha perdido en higiene. Es desolador ver los restos de basura esparcidos por calles y plazas. Es lamentable comprobar la dejadez en algunos parques en los que los niños juegan y donde los demás pasean.

Cuando aún no se ha aclarado el pufo de la recogida neumática, carísima y del todo inútil, ahí siguen los robocops que costaron un pico que ya no succiona nada, solo los bolsillos del contribuyente. Ciudad apesta respira estos aires de lodo. En invierno se sobrelleva.

Habrá que ser ingeniero de última generación o qué pero quien sitúa los cubos de recogida en la ciudad deberían tener un poco más de cuidado. Los monumentos de Palma se lo agradecerían.

No he visto plaza más bella y más mancillada que la de Sant Francesc. En el exterior de la iglesia de un magnífico portal barroco se han colocado en hilera tres contenedores de recogida: uno de ropas usada, otro de envases y un tercero de vidrio. Sobre ellos, dos señales de tráfico, un prohibido pasar y un prohibido estacionar. En ellos se han colocado carteles: uno de Palma habitada, con el mapa de rigor, y otro con el teléfono de asistencia gratuita de Emaya. Un auténtico horror vacui. Palma es así.

Voy a ponerme en la piel de un turista que ha leído que la basílica destaca por su portal barroco, obra de Francisco Herrera, y que maravillado ante ella se topa con un obstáculo a la hora de apreciarla en su dimensión real, viéndola en el conjunto de la plaza. La arquitectura no son edificios sueltos, hay que apreciarlos en el espacio donde se han situado. Pues la turista en la que me he convertido se topa con los coches estacionados, un incordio. En el folleto turístico se les ha olvidado mencionar el pequeño detalle que la plaza es un aparcamiento.

Cuando merodea su mirada se topa con un enjambre de avisos, de cubos de basura, de contenedores de colores chillones, algunos en mal estado, y a sus pies basura. Me acerco como turista aplicada que soy a leer los letreros: me encuentro con el anuncio de "Palma habitada". ¿Habitada por basuras? Los turistas se hacen preguntas. No lo duden.