Los pueblos salen a la calle con el mismo entusiasmo para aclamar a sus líderes que para liquidarlos. Los Ceausescu cayeron mientras creían asistir a un acto de exaltación. Alfonso XIII abdicó en abril de 1931 apenas unos días después de que miles de madrileños aclamaran a Victoria Eugenia mientras iba de la estación de Atocha al Palacio Real. Ocho años antes era Palma quien vitoreaba a la pareja durante una breve estancia en la ciudad. Ocurrió el 30 de noviembre de 1923, acaban de cumplirse 90 años.

Los reyes desembarcaron en Alcúdia tras una travesía espantosa desde Italia. A su llegada a Palma se desbordó el entusiasmo. "El público de los caseríos de Can Capas y los Hostalets formaba doble hilera a ambos lados de la carretera con verdadera impaciencia". Recorrieron a bordo de un landau las calles Sindicat, Borseria, Colom, Cort y Palau que estaban con los balcones "adornados" y "todos ocupados".

La plaza de Cort estaba "concurridísima" desde primera hora de la mañana. "En casi todos los balcones figuraban damascos y colgaduras", según la extensa y exhaustiva crónica de la visita que publicó La Almudaina. La llegada de la comitiva regia fue anunciada por "un intenso clamoreo de muchedumbre que había ido creciendo". Pese a las incomodidades provocadas por la presencia masiva de palmesanos no dejaron de oírse "aplausos y aclamaciones a la reina y al rey".

La jornada de hace nueve décadas continuó con un Te Deum en la catedral oficiado por el obispo Rigobert Doménech, una comida exquisita en el casal de Can Vivot, una recepción multitudinaria en la Capitanía General y un té en el Círculo Mallorquín. Es en este club de la alta sociedad donde, con motivo de una anterior visita de Alfonso XIII, se había pronunciado la frase "se hará lo que se deba y se deberá lo que se haga".

¿Cuántos de quienes vitorearon al Rey este 30 de noviembre de 1923 estuvieron menos de ocho años después en la plaza de Cort para celebrar la proclamación de la II República? Los individuos son volubles, los pueblos lo son aún más.