El "sabemos qué es lo que hay que hacer y lo vamos a hacer" o el "relaxing cup of café con leche" son dos ejemplos de la calidad de la oratoria en España. Saber hablar bien no solo es importante para la política; también para la vida profesional o las relaciones sociales. Pero la elocuencia no es un don innato, sino que requiere entrenamiento.

La mayor asociación de oratoria del mundo se llama Toastmasters, que significa maestro de ceremonias. La entidad nació en Estados Unidos en 1924 para formar a los jóvenes en el arte de hablar en público. Ahora tiene agrupaciones en 122 países y reúne a más de 292.000 socios.

En Palma también están presentes a través de Mallorca Wordsmiths. Tiene 27 miembros, muchos de ellos extranjeros. El club mallorquín -el único que hay en la isla- se fundó en noviembre de 2002 y solo celebraba reuniones en inglés. Desde el año pasado también las hace en castellano. Cada miércoles a las 20.30 horas se citan en el hotel Amic Horizonte de la Bonanova para oficiar sus sesiones y mejorar su destreza de hablar en público.

Toastmasters pretende ser una escuela de buenos líderes y comunicadores. Pero no esperen ver a gente trajeada y estirada. Son informáticos, entrenadores personales, estudiantes universitarios, expertos en marketing, tanto jóvenes como mayores. "Aquí venimos a aprender, hablar, participar y ser majos", afirma la presidenta del club, Diane Oatley. "No estamos en ningún congreso ni somos políticos. Aquí no venimos a explicar las mejores ideas, sino a estructurarlas bien y hacerlo con gracia", agrega Hilario Bautista, otro de los participantes.

En los discursos tienen vetados tres temas: ni política, ni religión, ni sexo. Tratan desde cuestiones banales (¿Sacaría usted a pasear el elefante rosa que tiene su jefe por mascota?) hasta otras de mayor complejidad (¿Cómo se debe educar a los hijos correctamente?). Cada sesión dura noventa minutos -el tiempo se controla con precisión suiza- y se pronuncian tres ponencias, que deben durar entre cinco y siete minutos.

A cada orador se le marcan unos objetivos personalizados cada vez que tiene el turno de palabra. Y van in crescendo. Al principio solo deben superar el miedo escénico, luego han de estructurar bien su disertación, después han de mejorar su lenguaje corporal y entonación: la intención es evolucionar semana tras semana. "Es un formato muy yankee. Aplaudimos mucho para animar a los que participan", explica Norma Soler.

"Hablar en público es tanto un arte como una ciencia. La puesta en escena solo es la punta del iceberg. Detrás tiene que haber un buen contenido y requiere mucha dedicación", dice Sebastián Lora, uno de los veteranos. Para preparar un buen discurso pueden tardar hasta una semana.

Lora lleva tres años y medio en la asociación, y ahora ha convertido su afición en su profesión. Se dedica a impartir charlas sobre oratoria y tiene una página web (www.declamatoria.com) que versa sobre el tema. "Cuanto más tiempo inviertes, más aprendes", opina.

Los propios socios son, a la vez, profesores y alumnos. Evalúan las exposiciones ajenas. Les destacan sus puntos fuertes y les proponen cómo mejorar. Controlan el cronómetro y el uso de muletillas (aaah, mmm, eeeh...). Todos ayudan en la gestión y organización del club. Cuando ganan tablas, Toastmasters les organiza competiciones a nivel regional, nacional e internacional, para que los miembros tengan una motivación constante para superarse.

El buen rollo impregna sus reuniones. Además de los discursos y las correcciones, que son más formales, también hay tiempo para entrenar el humor y la improvisación. "Con diversión se aprende mejor", comenta Oatley. Políticos, presentadores de televisión, empresarios o astronautas han surgido de las sesiones de Toastmasters en Estados Unidos. Quién sabe si entre los 27 socios actuales del club palmesano nacerá una mujer o un hombre de prestigio cuyo dominio en el arte de hablar en público le granjee la fama.

La cifra

Lo bueno, si breve, dos veces bueno

Para que la comunicación sea aún más efectiva -y sus reuniones no se eternicen-, los discursos de Toastmasters deben durar entre cinco y siete minutos. En las competiciones, les dan un margen de 30 segundos por arriba y por abajo. Si no llegan a los 4´30" o exceden los 7´30", están descalificados.