Las corrientes historiográficas europeas coinciden en afirmar que el siglo XV fue un período de profundos cambios, los cuales afectarían en su raíz a las sociedades de los siglos XVI y XVII. Ello fue debido, por un lado, a la recuperación y asimilación de los elementos culturales del clasicismo que dieron lugar al humanismo y al Renacimiento. Este nuevo escenario ocasionó un cambio de mentalidad que permitió dar un impulso considerable a los estudios de las ciencias naturales, el derecho, a las ciencias históricas... Por otro lado, no hay que perder de vista los avances tecnológicos, tanto en los campos de la astronomía (Copérnico, Galileo o Kepler y cuyos descubrimientos „sorprendentes para sus coetáneos„ culminarían más tarde en la figura de uno de los científicos más importantes de todos los tiempos: Isaac Newton), la medicina, o la física (que entre otras cosas cambiaría considerablemente el arte de la guerra). Entre todas estas novedades y descubrimientos, uno fue el que revolucionó la vida cultural europea: la imprenta. Gracias al invento de Johannes Gutenberg todas las conquistas intelectuales y tecnológicas se propagaron con una rapidez jamás imaginada hasta entonces. Y lo que es más importante, el conocimiento, además de rápido y abundante, consiguió llegar a las clases medias y bajas, algo inconcebible en los tiempos de los iluminados y carísimos códices manuscritos.

No fue casualidad que los jurados de la ciudad y reino de Mallorca impulsasen un Estudio General (Universidad), precisamente en esa época; y tampoco lo es, a pesar de la fuerte competencia de centros impresores como fueron Venecia o Lyon, que se estableciese una imprenta en Palma en la temprana fecha de 1485 „aunque luego fue instalada durante un tiempo en Miramar (Valldemossa)„. Fueron sus promotores, los lulistas „la gigantesca figura de Ramon Llull siempre presente„ Bartomeu Caldentey (1445- 1500) y Francesc Prats (1496), junto al relojero e impresor Nicolau Calafat (1501).

La primera impresión palmesana de la que se tiene constancia lleva la fecha del 20 de junio de 1485. José Mª Bover advierte que, a diferencia de las imprentas de Valencia o Barcelona, el impresor Calafat no contaba con la ayuda de ningún tipógrafo extranjero. Este hecho no iba en perjuicio de la calidad de sus publicaciones "porque sus obras lo dicen, que profesaba aquel arte con sumo conocimiento y lo ejercitó con mucha pericia". Sin tener documentos que lo atestigüen, se ha sugerido que fue en Valencia o Barcelona, las ciudades en que Calafat se formó en el manejo de las artes tipográficas. En una de esas capitales, también debió adquirir la prensa y las herramientas necesarias para poder imprimir, y que posteriormente trasladó hasta Mallorca. Tal como advierte J. N. Hillgarth, además del buen trabajo de impresión, también sorprende la calidad de las obras seleccionadas: Contemplació dels Misteris de la acerba Passió del Senyor Nostre Jesús, obra de Francesc Prats; o la Grammatica del mallorquín Joan de Pastrana. De todas formas, esta primera imprenta duró pocos años, pues no pudo competir con los impresores italianos, los cuales ofrecían un producto más barato y de mejor calidad.

Hacia 1540, se creó una segunda imprenta en Mallorca de la mano de un impresor castellano, Fernando de Cansoles. Éste, consciente de no poder competir con el exterior, solicitó a los jurados del reino aplicar una política proteccionista, en virtud de la cual no se podrían importar las publicaciones que se tenían que imprimir en Mallorca. Su petición fue aceptada con lo que la imprenta tomó un gran impulso. El Llibre de bons amonestaments, de fray Anselm Turmeda, El Desconsol, de Ramon Llull, la reedición de la Grammatica de Joan de Pastrana o la Obra del menyspreu del món, de Francesc d´Olesa, fueron algunos de los títulos publicados. Ese gran impulso cultural que significó el libro impreso, también dio lugar a no pocas traducciones de autores clásicos como es el caso del patricio palmesano Ferran Valentí-Ses Torres, que hacia 1450 tradujó la Paradoxa de Cicerón "he posada e transferida aquesta petita obreta de Tul·li [Marco Tulio Cicerón], gran en sentència, de latí en vulgar materno e mallorquí, segons la ciutat d´on só nat e criat e nodrit".

Por otro lado, ya ha finales del siglo XVI, se produce la primera crónica histórica del reino de Mallorca, escrita „por encargo de los jurados del reino„ por Joan Binimelis, primero en lengua catalana (1593), y que en 1601 tradujo al castellano. Aunque, por razones que ahora no vienen al caso, esta obra no llegó a imprimirse „se publicó a principios del siglo XX„, sí fue conocida y utilizada por los posteriores cronistas del reino de Mallorca.

En definitiva, y tal como demostró Hillgarth, a partir del siglo XV las bibliotecas fueron apareciendo progresivamene en las casas palmesanas, hasta el punto en que, a mediados del siglo XVI casi un treinta por ciento de las casas estudiadas de Palma poseían, en mayor o menor medida, biblioteca. Esta nueva realidad provocó que sectores que habían sido siempre relegados del mundo de los libros, ahora se convirtiesen en lectores. Por un lado las mujeres, también la burguesía (mercaderes, cirujanos, comerciantes...) y algunos sectores populares del ámbito urbano.

La imprenta, pues, abarató a niveles nunca imaginados el libro. Ello provocó el interés por aprender a leer. La lectura se extendió considerablemente entre la población y ello repercutió considerablemente en la vida cultura y social de la ciudad. Palma, casi sin darse cuenta, entraba en la edad moderna.

*Cronista oficial de Palma