Una garceta picotea en el algar. Enfrente desde el ventanal del bar del Club Nàutic Cala Gamba tres hombres observan a lo lejos. Uno es el socio "más antiguo" de un club que celebra este año su 75 aniversario: Raimundo Jaume Garau, jubilado de Iberia. A su lado, Lluís Verdú, pescador ya retirado a sus 81 años, y "socio de honor". Completa el trío, Pedro Galiana, socio veterano e investigador histórico. Los tres son del Coll d´en Rebassa y testigos de excepción del desarrollo de un club que se levantó sin licencia en terrenos de la batería militar de la Torre d´en Pau. Paradójicamente sería un militar, el comandante de artillería José Marqués Talet, conocido como don Pep, quien llevaría la iniciativa y obviaría pedir los permisos a la autoridad militar. "No se lo habrían dado", especula Galiana. Él es que guarda la memoria de un club levantado en la zona de s´Amarador.

En el origen de este pequeño club, en la actualidad con más de 250 amarres y en pleno proceso de recuperación de las regatas de vela latina que le dieron carta de naturaleza en sus inicios, dos nombres: el del médico Antonio Roca y el del comandante Marqués Talet. En el año 34, y en torno al café de Can Pocarroba el médico Roca, que había llegado al Coll en 1918 para atender a los enfermos de gripe, se prendó de la zona y se quedó en ella. Su llaüt Viriato sería, junto al del patrón mestre Jaume Galina-Amengual, una de las embarcaciones más significativas en una zona donde solo recalaban ´pasteras´, botes y algún que otro llaüt.

"El dueño de los terrenos era Toni Juan, bisabuelo de los Forcades, que compró este vasto terreno entre la Torre d´en Pau y Cala Gamba. Vivían en Palma, en la calle Estanco, al lado del Born, y veraneaban en El Terreno", cuenta Galiana. Los dos socios lo miran asombrados: "¡Qué memoria... !"

Verdú fue pescador en esta zona que recibe su nombre porque fue "un vivero natural de gambas y otras especies hasta que se instaló la eléctrica de Gesa", apunta Galiana. El pescador ya jubilado era pariente de los Galinas. A los 25 años dejó el oficio de picapedrero y se echó a la mar. "Pescaba calamares y con volantí a la seda en el Doris", cuenta.

Raimundo Jaume hacia regatas con el bote Catalina. "Tenía una vela vieja y más de una vez tuve que poner un taco; hay quien me contó que algunos pasaban una hoja de chumbera por debajo del barco para que fuese más rápido". Le escuchan y ríen.

En 1936, aquel militar enamorado de la zona donde llegó para curar la enfermedad de su hija, hizo "cuatro rayas" y preparó una maqueta. Las obras concluirían en 1938 y dos años después se inauguró el club social. El presidente fue el comandante Marqués y el vicepresidente Roca, quien logró que su hermano, el ingeniero Gabriel Roca les ayudades. Éste es el artífice del Paseo Marítimo. "Era muy bonito aquel club", señalan. El temporal del 58 lo arrasó. Se levantó de nuevo y se construyó la escollera en la Punta des Carregador. Posteriormente les llegó el turno al muelle y al contramuelle.

Los clubes náuticos que perlan la bahía de Palma son antropología pura. El de Cala Gamba se hizo con el sonido de las balas rozando a los canteros, pero no por la guerra civil sino porque había muy cerca un campo de tiro. El alcalde republicano Emili Darder medió en la protesta vecinal sumando puntos para la enemistad con los que acabarían con su vida. Alguien se agacha para calafatear su pequeño bote de vela latina. La garceta ha levantado el vuelo.