"Los gatos cumplen una función importante en el entorno urbano. Son depredadores naturales. Allí donde están no hay ni cucarachas ni ratas. Son útiles y necesarios, porque controlan las plagas". Así argumenta la animalista Carol Colell, de la asociación Save the Cats, la necesidad de que los felinos salvajes sobrevivan en la ciudad.

La asombrosa fertilidad de esta especie la convierte en un problema con el paso del tiempo. Si cada gata pare cuatro mininos, la población de felinos urbanos crece a un ritmo exponencial. "Lo ideal es que al menos un 80% de los gatos estén esterilizados, porque así se mantiene el número de ejemplares. En Estados Unidos lo tienen más que estudiado: matarlos no sirve de nada, porque los que viven se siguen reproduciendo", agrega Colell.

Para controlar a los animales e intentar resolver el problema, el ayuntamiento creó la legislatura pasada la figura de las colonias urbanas de gatos. Estas colonias están gestionadas por voluntarios que se encargan de alimentar a los bigotudos. Son los ángeles de los gatos, que, además de darles comida, también procuran limpiar el lugar en el que viven, castrarlos y llevarles al veterinario si se ponen enfermos.

Los voluntarios no son los dueños de los gatos, sino que se les considera animales callejeros. En Palma hay treinta colonias legalizadas a día de hoy, vigiladas de forma altruista por un centenar de vecinos. Para cuidar de una colonia de forma legal, hay que solicitarlo al centro de protección animal de Son Reus.

Si cumplen los múltiples requisitos de la normativa municipal, algunas colonias se convierten en legales, pero otras veces Son Reus decide vetarlas, por lo que los gatos pasan a un limbo jurídico. Aunque el ayuntamiento debe encargarse de todos los animales callejeros, no tiene medios suficientes para ello. "En el caso de los gatos, los ignora. Pero si hay quejas de vecinos, los gatos acaban en Son Reus y son sacrificados", explica Colell.

"Hace falta que sea mas sencillo legalizar una colonia. Si un gato vive en un sitio que a Son Reus no le gusta, es muy difícil moverlo de sitio. ¿Qué hacemos? ¿No los legalizamos, cerramos los ojos y hacemos como que no existen? Eso es un callejón sin salida. Son Reus debería tomar cartas y esterilizarlos a todos, porque sino se reproducen a la velocidad de la luz", arguye Yolanda Marroig, secretaria de la Asociación Balear de Abogados en Defensa de los Animales (ABADA).

En el centro histórico de la ciudad, la población gatuna comienza a incordiar a muchos vecinos. Rebuscan entre las basuras, orinan en la calle y provocan ruidos estridentes cuando están en celo. "Por eso las colonias son una ventaja. Todos los gatos que forman parte de ellas causan menos problemas: están esterilizados, se pelean menos porque no tienen que luchar por las hembras, y no sienten angustia por reproducirse", afirma la activista de Save the Cats.

No obstante, la relación entre vecinos y animales salvajes sigue siendo tensa. Según cuentan los animalistas, hay quien está en contra de su presencia en la ciudad y les espantan o les tiran productos químicos para que no regresen a su residencia habitual. En algunas de las colonias del centro de Ciutat, el consistorio ha puesto carteles en los que se explica que los felinos viven allí de forma legal y que son atendidos por varios voluntarios, por lo que el resto de personas no ha de darles comida.

Para Carol Colell, "el ayuntamiento ha de concienciar a los que odian a los gatos para que sepan que siempre han existido y que son necesarios en las ciudades". Yolanda Marroig defiende que es necesario que Cort se comporte "como si los gatos fueran suyos" e "informe a la población" para que todos sepan la "función imprescindible" que los gatos tienen en la vida del municipio.