La semana pasada falleció el urbanista y arquitecto Manuel Ribas Piera, una de las personas que más responsabilidad urbanística tuvo en Palma en la época en que esta ciudad sufrió el mayor desarrollo y crecimiento de toda su historia. Recordemos los hechos.

Como es sabido, la urbanización de Palma se circunscribió durante siglos exclusivamente dentro de su recinto defensivo. Lo que hoy llamamos el "centro histórico". De hecho, la ciudad no se empezó a extender más allá de sus muros hasta principios del siglo XX. Lo hizo mediante la aprobación del proyecto de Bernat Calvet, en 1901. Se iniciaba así la urbanización de una amplia zona extramuros de Palma, el Eixample (ensanche), cuyo proyecto y regulación obedecía, por primera vez, a criterios racionales y científicos, anteponiendo el interés general por encima de los intereses particulares de especulación y promoción privada. Al menos esa era la intención sobre el papel. Recordemos que el Plan Calvet „no se ocupaba del centro histórico„optó por articular las calles de forma concéntrica, a partir de la integración de los principales caminos que comunicaban Palma con el resto de la Isla, y la ordenación del espacio intermedio entre éstos. En 1903, los palmesanos pudieron contemplar sobre planos la Palma del futuro, una urbe en forma de abanico en cuya confluencia se encontraba la ciudad histórica „que vería desaparecer una parte importante de sus murallas„, con su entramado medieval. Quedaba pendiente ordenar el casco antiguo „aunque existía el precedente de la Ley de Saneamiento de 1895„, así como su articulación con el ensanche.

La urbanización de la Palma extramuros resultó ser mucho más lenta de lo que se esperaba y su ordenación necesitó de sucesivas revisiones: la de Francesc Roca (1908), la de Jaume Alenyà (1912) o la de Gaspar Bennàzar, de 1917. Fue esta última la que combinó intervenciones intramuros e iniciativas fora porta, enfocadas a la actividad turística. En la propuesta de Bennàzar se contemplaba, por un lado, la construcción de un barrio residencial que enlazase el Jonquet con el Terreno; mientras que por el otro, se construiría una ciudad jardín que precedería al Arenal.

Tras el paréntesis de la Guerra Civil y sus inmediatos años de posguerra, no eran pocas las calles y zonas por urbanizar del Plan de 1901. Al mismo tiempo, fruto de la especulación y la iniciativa privada, aparecían núcleos urbanos, satélites descontrolados, fuera de la ordenación del ensanche. Urgía la necesidad de revisar la reforma interior, con una visión de conjunto de todo el proceso urbanizador del municipio de Palma. Recordemos que fue el arquitecto Gabriel Alomar el encargado de redactar el Plan General de Alineaciones y Reforma, conocido como el segundo ensanche de Palma. Fue aprobado en 1943. Alomar en la memoria de su plan, mostraba especial preocupación por las urbanizaciones que, aprovechando el vacío legal de los terrenos que no aparecían en el Plan, habían surgido sin ton ni son, ¡"trazadas por el mismo propietario o por su albañil"! Por lo visto, esas "urbanizaciones salvajes", a principios de los cuarenta, ¡ocupaban un área tan grande como el propio ensanche de Calvet! La ciudad crecía no en base a una ordenación racional, sino que lo hacía en forma de espasmos impulsados por la especulación descontrolada de algunos particulares, bajo la complicidad disimulada de la Administración. Intentando regularizar la situación, Alomar lo que hizo fue aumentar el límite del ensanche, con lo que se absorbieron las urbanizaciones del extrarradio, y de esta manera se pudo proyectar un tipo de intervención global. A pesar de que este Plan de 1946 no tuvo la capacidad de dar respuesta al gran desarrollismo de finales de los años cincuenta, sesenta y setenta, en su momento dotó a Palma de uno de los más destacados planes de ordenación urbana de todo el Estado. El propio Ribas Piera, años más tarde, reconocería el esfuerzo y la calidad del Plan Alomar.

Tal como explica Jesús M. González, ese enorme desarrollismo que sufrió Palma a partir de la década de 1950, supuso un aumento espectacular de la inmigración. En 1970, más de un 30 por ciento de la población de Palma había nacido fuera de las Balears. Urbanísticamente el resultado fue una degradación paulatina de los espacios urbanos: en el casco histórico, en el ensanche, en la infradotación de equipamientos en las barriadas... Ante esta situación, en 1963, el Ayuntamiento de Palma aprobó un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), redactado por un grupo de técnicos municipales. Fue ese PGOU, el que "transformó radicalmente no sólo la forma de la ciudad sino también su propio paisaje". A finales de los sesenta la ciudad de Palma, se vio envuelta en el denominado «boom» turístico, caracterizado por un desarrollismo sin freno.

Precisamente fue con este panorama con el que se encontró Manuel Ribas Piera, cuando ganó el concurso del Ayuntamiento de Palma (1967) para corregir las deficiencias del primer PGOU de 1963. Ribas Piera venía de formarse profesionalmente, primero en el Ayuntamiento de Barcelona y después en la Oficina Técnica del Área Metropolitana de Barcelona. Según el propio Ribas Piera fue en esta última, „oficina que dependía del Ministerio y de la Diputación„ donde se formó como urbanista. De su Plan de Palma, quedó satisfecho, pero no de su aprobación definitiva que, según afirmó él mismo en una entrevista en 2006, "lo desvirtuaron completamente y adrede". El resultado del Plan aprobado fue un nuevo PGOU (1973) que intentó frenar el fuerte crecimiento en una Palma desbordada por el aumento demográfico, la industrialización y el «boom» turístico. Para ello limitó la altura de los edificios o favoreció la especialización del casco histórico„se convirtió en una zona de servicios„. Además, el Plan de Ribas Piera organizó Palma en diez barriadas periféricas a las que habría que dotar de equipamientos e infraestructuras, como queriendo establecer una especie de pequeñas urbanizaciones satélites que conformarían la ciudad. La iniciativa fue un fracaso, debido, principalmente, a la falta de complicidad de la iniciativa privada. Ello tuvo como resultado la consolidación de "una ciudad de estructura centralizada y espacios jerarquizados y especializados", con cuatro polígonos monofuncionales: Son Rapinya (educativo), Son Dureta (sanitario), Son Castelló (industrial) y el Arenal, el Terreno y Cala Major (turístico). Por último, el Plan Ribas Piera planificó dos nuevas vías de comunicación (una entre las vías del tren de Sóller e Inca, y otra paralela al cauce de la Riera) y proyectó la vía cintura (idea que ya planteó Alomar). El PGOU de 1973 estuvo vigente hasta el 1985, año en que se aprobó el tercero „el primero de la democracia„. En la actualidad se está revisando el último, el de 1998.