Las funciones judiciales, es decir, la investigación de delitos, no son extrañas a la Policía Local, ni en Palma ni en otras capitales de provincia, aunque tradicionalmente todo su peso recae en la Policía Nacional y la Guardia Civil. Pero uno de los objetivos de legislatura del alcalde Isern era reformar el cuerpo de agentes municipales, ampliar sus funciones más allá de la vigilancia del tráfico y del cumplimiento de las ordenanzas y conseguir de esta manera que Palma, ciudad turística, no solo fuera un lugar mucho más seguro, sino que además lo pareciera. Lo primero, el nivel de eficacia conseguido por los agentes, es todavía difícil de mesurar. Pero la apariencia se cuida al detalle. De no saber nada de la Policía Local, en apenas un año y medio hemos pasado a contemplar cómo el cuerpo publicita algunas de sus operaciones con total normalidad; patrulla a caballo por el centro comercial; recibe homenajes en la Platja de Palma por su lucha contra los trileros; estrena uniformes y agrupa a los agentes en nuevas unidades. Todo esto, nos cuenta Cort, no ha supuesto para las arcas municipales un gasto mayor, ni siquiera un céntimo más, sino todo lo contrario. La Policía Local hace ahora menos horas extra que nunca, con lo que no queda otra que asombrarse ante el milagro económico y de organización que el alcalde ha conseguido con un cuerpo.

Existe una constatación casi unánime de que los agentes han mejorado su capacidad de respuesta ante llamadas ciudadanas, pero también la crítica de que han abandonado los barrios, se atrinchern en la Platja de Palma y sirven como instrumento de propaganda al equipo de gobierno.