El horno de piedra giratorio que hace más de medio siglo se utilizaba en la panadería Ca sa Camena provocó por casualidad la peculiaridad de sus conocidos llonguets. "Había que elaborar tantos panecillos que no dejaban de desprender vaho a causa del calor, lo que hacía que tuviesen un aspecto brillante, pese a que los llonguets tradicionalmente son de color mate. Ahora hay otro horno que no provoca esto, pero la gente continúa pidiendo llonguets con brillo, por lo que les tenemos que poner humedad adrede". Pep Amengual lleva 40 años al frente de este obrador ubicado entre las calles Anníbal y Soler, en Santa Catalina, uno de los pocos que todavía elabora la totalidad de sus productos de forma artesanal.

Sus orígenes datan de 1845 -fue de las primeras panaderías del barrio marinero-, aunque el matrimonio Amengual Antich lo adquirió en 1912 y, en su recién superado centenario en la misma familia, la cuarta generación de Ca sa Camena continúa con la tradición. Àngels y Pau Amengual están todos los días literalmente con las manos en la masa, no sólo para hacer los peculiares panes, sino también el resto de dulces tradicionales de Mallorca con un tipo de levadura líquida que es "de la época de los egipcios y con ingredientes como el zumo de manzana, uvas pasas, centeno integral, agua, harina y un par de yogures bio", enumera el dueño del obrador. Sin embargo, para llevar a cabo la fermentación se han modernizado, debido a que Amengual recuerda a su padre "trabajando prácticamente las 24 horas del día removiendo sin parar". Ahora una máquina se encarga de esta tarea.

De todos modos, el oficio no es en absoluto fácil. Comienzan a las 21 horas, mientras los bares y restaurantes de Santa Catalina empiezan a animarse, y el horno trabaja durante toda la noche para preparar los desayunos del día siguiente. En esta cuestión, también "han cambiado mucho las cosas: Antes vendíamos 300 ensaimadas pequeñas para que los clientes las comiesen en sus casas y ahora vendemos las 300 ensaimadas a los bares porque la gente desayuna allí", ejemplifica Pep Amengual.

Más pan moreno

Además, ha cambiado el tipo de cliente e incluso las peticiones. "Venían sobre todo marineros, pescadores y mallorquines de la barriada, y ahora ha aumentado mucho el número de extranjeros residentes. Les gusta el producto mallorquín y el pan moreno", tal como detalla. Ca sa Camena se ha adaptado al nuevo vecindario de Santa Catalina y ofrece tres clases de pan típico alemán.

No obstante, se mantiene casi intacta la esencia del negocio que abrieron los abuelos de Pep, que se conocieron y enamoraron en una panadería situada en la calle Platería. Llegaron al nuevo barrio tras emigrar a Argentina, donde tuvieron tres hijas. Aquí tuvieron tres hijos y cogieron las riendas del popular obrador que debe su nombre a que "el perro de la possessió que había en esta zona en el siglo XVII era un ca mè (perro ovejero). Como no tenían panaderías, la gente hacía el pan en sus casas y lo llevaba a cocer a la possessió", según relata Àngels Amengual.

Todos los descendientes del matrimonio Amengual Antich trabajaron en la panadería, que acabó en manos de Jordi, el padre del actual propietario, y tendrá continuidad en la familia, ya que la tradición no se detiene.