Como se nos ha ido recordando a lo largo del 2012, la primera Constitución española se promulgó hace doscientos años. En aquellos momentos España estaba en guerra contra Francia, contra las tropas napoleónicas. El aparato del Estado encontró en Cádiz una ciudad segura, una plaza que, pese a ser sitiada por los franceses, resistiría. Fue durante su asedio, concretamente desde el otoño de 1810, cuando una asamblea política compuesta por elementos de la burguesía, los militares, los eclesiásticos, catedráticos de universidad... fue redactando un documento que acabó por ser sancionado y publicado bajo el título de Constitución política de la monarquía española, por la Regencia del Reino. Tal como ha recordado recientemente Román Piña, en esa asamblea estaban representados los diferentes territorios de los dos hemisferios pertenecientes a la Corona. Baleares contaba con cinco representantes: el obispo Bernat Nadal, el marino Josep de Salas; el jurista Guillem Moragues; mosén Antoni Llaneres y mosén Josep Marí. La Pepa, así se conoció popularmente a la primera Constitución, fue sancionada el 19 de marzo de 1812.

El texto constitucional, su juramento y celebración, no llegó a Palma hasta finales de verano. Concretamente, los diversos actos organizados tuvieron lugar entre los días 22 y 25, jurándose la Constitución el día 23. Entre los palmesanos había quien daba la bienvenida a la modernización del Estado, eran los liberales; mientras que otros, los conservadores e integristas, provenientes de un sector de la clerecía y la nobleza, pero también del pueblo llano, veían caer el Ancien Régime con gran recelo y desconfianza. De todas formas, en esos momentos, desde los sectores más reticentes, no hubo un rechazo frontal, aunque sí una cierta calma tensa. Escuchando a las voces más integristas, uno tiene la sensación que pensaban que la Pepa era una aventura pasajera de los liberales, que tildaban de irresponsables; pero que tras la guerra todo volvería a los cauces tradicionales. La crónica que publicó Joaquín M. Bover con motivo del juramento de la Constitución, es un buen ejemplo de ello: "Se publicó y juró la Constitución política de la Monarquía Española en el Borne con gran aparato, fruto de las Cortes extraordinarias de Cádiz, las que en lugar de tratar de la expulsión de los franceses de la península, emplearon el tiempo en bobadas". Pues eso, un cambio trascendental fue considerado como "bobadas", lo que demuestra, una vez más, que la percepción del presente puede ser traicionera.

Para entender mejor la situación, se debe tener en cuenta que lo que realmente ocupaba la atención de la ciudad en aquellos días era la guerra. Es verdad que había cierta sensación de seguridad, ya que la Royal Navy protegía las aguas balearias del francés, pero ello no era óbice para olvidarse de ella, antes al contrario, la ciudad llevaba cerca de un mes volcada en los preparativos de lo que se conocería como la División Mallorquina del general Wittingham, la cual debía marchar hacia Valencia para sumarse a la resistencia contra Napoleón.

Para convocar a la gente a los actos de la jura de la Constitución, se colgaron carteles anunciantes. A pesar de que los actos fueron laicos, para la comitiva de autoridades se eligió el recorrido de la procesión del Corpus, y el Born fue elegido como el escenario central de los actos. El cronista Josep Barberí dejó escrito que el día 22 "Se ha levantado en el Borne un altísimo arco triunfal delante de la casa del Sr. marqués de Sollerich, y un suntuoso palco delante de la de D. Antonio Dameto [actual Can Quint, esquina calle Sant Feliu] para publicar la dicha Constitución [€] A las cinco de la tarde salió la comitiva del palacio [de la Almudaina] del General [el marqués de Coupigny, capitán general de Baleares]". La comitiva estaba formada por las autoridades „de siete obispos refugiados en la Isla, desfilaron cinco, los otros dos, sin duda los más integristas, prefirieron retirarse en alguna possessió de las afueras„ y fuerzas vivas de la Isla. "El Secretario de la Ciudad, Rafel Manera, que llevaba pendiente del cuello con cordones, ricamente encuadernado, el Código de la Constitución". La procesión se paseó por las principales calles de la ciudad "bajó por la cuesta a la Rambla, tomó la dirección de la Casa de las Comedias, Mercado y entró en el Borne por el arco triunfal; donde se publicó la Constitución por el Secretario del Ayuntamiento [€] Por la noche hubo grande iluminación y repique de campanas".

La traza del arco triunfal que se instaló en la entrada del Born la hizo el prestigioso arquitecto madrileño Isidro González Velázquez: "un magnífico arco de triunfo, de orden jónico, adornado con estatuas alegóricas de la Paz, la Abundancia, la Justicia y la Libertad. Como remate del arco, figuraban, en un lado, el dios Mercurio entregando el libro de la Constitución a la ciudad de Palma; y en el otro, España ciñendo la corona a Fernando VII y entregándole el cetro y el valioso código".

El día 23 se realizó la solemne jura de la Constitución en el paseo del Born. Más tarde se juró el texto constitucional en todas las parroquias de la ciudad. Al mediodía tuvo lugar el acto más esperado por la mayoría. Me refiero a la comida para un millar de personas, las más necesitadas de Palma, que organizó y pagó Bartomeu Valentí Forteza „alias Moxina„, uno de los principales representantes de la burguesía palmesana y también uno de los más comprometidos con el liberalismo. La comilona tuvo lugar en medio del paseo de la Rambla: "Se pusieron mesas a cada parte, desde la entrada del Passetjador hasta el surtidor, con mil raciones, cada una de ellas de media libra de arroz, una tercia de carne de buey y cordero, doce olivas, doce confites, una manzana y un pimiento verde, quedando el platillo y la cucharilla para cada pobre. Bendijo el convite el arzobispo de Tarragona. Asistió también el capitán General, Gobernador militar y oficiales. Dos coros de música tocaron patrióticas composiciones". A propósito de esta jornada, se publicó en el Diari de Buja: "Ell va fer un gran dinar;/ May s'ha vist tal bisarría/ A la més noble hidalguía/ Santa enveja va causar./ Tots el volem celebrar/ Ab los elogis més fins:/ Viva el senior Bartomeu/ Y tots els bons mallorquins".

Al día siguiente juró toda la tropa y se celebró misa solemne en la Catedral. Por la tarde se vio desfilar al ejército por el Born. Allí se volvieron a escuchar muchos vivas y tiros al aire. Por la noche, allí mismo, hubo baile de máscaras.

Como dijo Miquel dels Sants Oliver, las celebraciones de la jura de la Constitución "distrajeron la atención pública de enojosas disputas. Por un extraño contrasentido y de una manera tan sólo momentánea, la Constitución infundió en la generalidad, cierto entusiasmo y esperanza pasajeros, como si el breve "folletito del Cádiz" por virtud taumatúrgica pudiese transformar de golpe nuestros destinos...". Puro espejismo. Ellos todavía no sabían que se encontraban a las puertas de un siglo repleto de convulsiones políticas entre los dos bandos.

* Cronista oficial de Palma