El abuelo pescador y el nieto viajero del mundo que al final ha acabado echando la red, que no el ancla, en su ciudad, Palma, y en el barrio de sus ancestros, Santa Catalina. El Montepío del Arrabal se ha cambiado de vestido para ser homenaje al Patrón Lunares, su abuelo. En la Cantina, así se denomina, la mar está presente en cada rincón. Javier Bonet rescata así la figura del padre de su padre para hacer de los emblemas marineros un restaurante que quiere ser lugar de encuentro "de distintas generaciones". Atrás queda el rumor de los mayores echando una partida de truc como el patrón Lunares, un pescador de barcas de arrastre que hizo de los cabos, las montañas, los edificios sus balizas, sus señales, sus guías, y que en el barrio era saludado por los críos a los que no dudaba en echarles unas pesetas.

Junto a Oliver Torrents y otros socios que no desvela, Javier Bonet, "un creador de conceptos" impulsor de la empresa Sr. Bonet que ofrece servicios gastronómicos a restaurantes en Madrid, Lisboa y donde se tercie, y cocinero con una hoja de servicios en varios restaurantes con una, dos y tres estrellas Michelin, persigue "respetar el paso generacional del local".

Desde su apertura, algunos vecinos han pasado a saludar, a echar un vistazo a este local que fue quilla en el edificio de los Pieras y Cabré. Un lugar donde la tradición era ayudar al otro cuando la palabra cooperativa tenía mucho sentido entre los trabajadores.

Una galería de retratos, pintados por Joan Chito, entre los que se encuentran la saga Lunares, el patrón, su hijo, mecánico de barcos, entre otros del Zaca de Errol Flynn, y el último eslabón, Javier, enmarca mesas y unos chesters donde echar la tarde, leer la prensa, abismarse y viajar alrededor de una copa. El lugar ha mantenido lo esencial, el suelo de baldosa hidraúlica ajedrezada y las columnas de hierro, también la barra de bar. Se ha elevado un altillo: "Creo que a mi abuelo le gustaría", barrunta Javier.

Los platos recuperan recetas de ´a bordo´, es decir, las hechas en las barcas de bou como los arroces y fideos. La carta es la Hoja del Patrón, un mapa de ruta en el que descubrir quién fue aquel hombre al que todos llamaban Lunares. "Tenía la piel llena de ellos", comenta el nieto. En ella, se recuerda la historia del Montepío del Arrabal. Un guiño a la historia.

El socio, Oliver Torrents, es realizador freelancer y productor de audiovisuales. Es hijo del pintor Xim Torrents-Lladó. Será la cara visible del negocio porque Javier vive entre Palma y Madrid.

Javier ha vuelto al barrio de su abuelo y sus padres -su madre, Maria Giménez regentaba la carnicería María, en la que acabaría trabajando el mecánico de barcos "por amor"- de la mejor manera, haciendo lo que sabe, cocinar y, sobre todo, darle forma a los lugares donde los otros vamos a comer. ¡Por Lunares!