La borrosa fotografía es de 1868, más concretamente del 1 de octubre. Numerosos palmesanos se han acercado en un día lluvioso a la plaza de la Reina. Acaban de llegar noticias de Barcelona de que la familia real ha cruzado la frontera con Francia y se ha exiliado. Una soga atada a la escultura de Isabel II pretende derribar el monumento que Palma le había dedicado apenas cinco años antes. En la escalinata abundan los cascotes. Son los primeros momentos de la ira de los palmesanos que estalló contra la monarca después del 19 de septiembre, el día de la Revolución de 1868, la Septembrina o la Gloriosa, distintos nombres con los que es conocida la revuelta que supuso el destronamiento de Isabel II y el inicio del denominado Sexenio Democrático.

La historia comienza ocho años antes. La reina llega en septiembre de 1860 a Mallorca. Lo hace acompañada de su esposo Francisco de Asís y sus hijos Isabel, Pilar y el futuro rey Alfonso XII. El día 12 coloca la primera piedra del monumento.

El valenciano José Bover es el encargado de esculpir en mármol la imagen de la reina, que mide 2,7 metros. El homenaje se completa con una base cilíndrica montada sobre una escalinata. Cuatro pedestales en forma de cubo sostienen otras tantas alegorías de la paz, la guerra, la industria y la agricultura. El conjunto medía unos ocho metros de altura y fue inaugurado en 1863.

La caída del monumento es símbolo de la de Isabel II, de la impopularidad de una monarca que reinó en España durante 35 año, pero que no logró granjearse las simpatías populares. Bartolomé Pasqual describe los hechos en una carta recogida en www.ixent.org: "Vi la Reina sin corona, cetro, nariz ni manos, la cara tiznada, una cuerda atada al cuello y una porción de chiquillos y bergantells, que tiraban de la cuerda, para derribarla. Al día siguiente los chiquillos lograron arrancar la cabeza de la Reina y la pasearon arrastrando por todo Palma; mira si eran niños, que los más al arrastrarla, gritaban ¡viva la Reina!".