"La vida siempre es dulce". Es una de las frases que se escuchan en repetidas ocasiones en el homenaje colectivo hecho a un hombre que sabe mucho de azúcar y también de sal, Miquel Pujol, del Forn de Pelleteria. Marta Alonso dirige el documental La vida dolça que rinde homenaje al panadero de sa Calatrava, jubilado el pasado mes de junio, y que se estrenó coincidiendo con la fiesta de los arcángeles, este último sábado, una vez más, con un ´no hay entradas´. A Miquel se le quiere.

El guión, también rubricado por un prometedor Jaume Carrió, del que mostró su ojo creativo en La pintora sense rostre, es en realidad un retrato del barrio que es y ya no es lo que fue, sa Calatrava. A lo largo de los cuarenta minutos del documental se va perfilando el interés de Alonso y Carrió en ver la ciudad en sus habitantes y enfocar, como si de una mirilla se tratase, la interioridad de un barrio a través de uno de sus inquilinos más sabios, el panadero que hubiera querido ser marino mercante "y conocer mundo".

La tijera, la rapiña de los políticos que niegan con sus acciones el voto entregado, no ha podido con el entusiasmo, el coraje, de un equipo que consiguió 7.000 euros, incluso superaron la cifra, para convertir el sueño en realidad. Hablamos de cinéma vérité porque fueron 200 las personas que apoquinaron su dinero para que el equipo, además de Alonso y Carrió, formado por Marco Mateus, Xisco Vidal, Jaume Cabanelles, Miquel Àngel Aguiló, Vera Cirilo y Rosa Campomar, hiciera memoria a través de Miquel del ´Forn de Pelleteria´. Con todo, cabe mencionar que el Ayuntamiento de Palma también aportó su cuchara de azúcar.

El Teatre del Xesc Forteza fue una fiesta- Hubo encuentros entre vecinos que se han mudado de zona de Palma pero que seguían yendo al horno a comprar los cremadillos y abrazos interminables entre amigos de vida del panadero como José Luis Roses, de Vins Ferrer; Antoni Verger, Cecili Buele, David Crémer, y tantos más que fueron a ver en imágenes y en carne y hueso a Miquel del Forn, desde Carles Ponseti, Javier Matesanz, Pedro Barbadillo, Rafa Cortés y las Siervas de Jesús, vecinas de un barrio con más conventos y monasterios por metro cuadrado que el Vaticano.

Con un humor socarrón atiende a sus clientes el panadero de Pelleteria. Comprueba el paso de generaciones, los estudiantes de Montesión que han seguido la costumbre de sus padres que merendaban las ensaimadas y los cremadillos hechos por aquel panadero que les recibía con una medio sonrisa. A la mallorquina.

Miquel quería ser marino mercante y conocer el mundo pero "tuve que obedecer". El horno era cuestión familiar, herencia de antepasados, hasta que este último verano, dijo que bye.

El documental elige arrancar con el horno siendo visitado por un grupo de turistas alemanes guiados por Tomás Vallés. Una metáfora de la desaparición de los comercios pequeños en manos de ciudad franquicia y los que se quedan convertidos en ¿piezas de museo?

A partir de la primera secuencia, la cámara avanza hacia el retrato intimista de un hombre que cierra la verja del negocio, enfocando sus pies, ese lento caminar que tiene Miquel del forn por la enfermedad que le aqueja hace años. Ese avance de caracol es una hipérbole más en un documental que no cae en el sentimentalismo fácil sino que es un retrato fiel a toda una vida labrada a muchos grados de temperatura, la necesaria para hornear ¿cuántos panes, cuántas ensaimadas, cuántos cremadillos?

Avanza como el carrusel de La Ronda de Max Ophüls, incluso se mete en su dormitorio mientras el protagonista duerme ayudado por un respirador. Es una de las imágenes más dramáticas de este documental que reitera que "la vida siempre es dulce, que siempre hay un momento dulce", dicho por el propio panadero.

Con imágenes recientes, fundidos con la Palma en blanco y negro de cuando, tampoco hace tanto, sa Calatrava era un barrio pobre y a la vez lleno de vida se cose le cinta en la que parecen otros personajes como Maria del Mar Bonet, que acudió a la despedida que hizo Miquel la tarde de su jubilación, o el pintor Miquel Barceló, del que el panadero no compraría una serie de grabados "porque, como se ve, no soy un iluminado del arte". Surge también una escena de la película de Agustí Villaronga en la que el ´actor´ tuvo un papel y también en la de Rafel Cortés. A Miquel del Forn se le quiere y la cámara le mima. ¿Quién se lo iba a decir? ¡Y sin salir del ´horno´!