No importan ni el calor, ni la espera. Los jueves en la calle Lluís Martí 67-69, una vena que atraviesa la aorta de la ciudad en su parte más debilitada €entre Pere Garau y Son Gotleu€, regresa la esperanza. El colorido de las africanas, de esas mujeres subsaharianas que tienen una elegancia natural en sus gestos y en su vestimenta, no oculta el motivo por el que están allí. Junto a ellas y sus niños, se mezclan sin distinción de piel, religión, lengua y cultura, magrebíes, americanos de la América Latina y, cada vez más, españoles y entre éstos, mallorquines. Están a la espera de recibir, como cada jueves, alimentos y vestido. No estamos, sin embargo, en territorio caridad.

La Associación de Antiguos Alumnos de Montesión promueve, apoyados con otros voluntarios de entidades como los Capuchinos o Zaqueo, el proyecto Alimentos y Solidaridad. Carlos Gómez está sentado frente a un ordenador y va tomando datos a una pareja, ella es latinoamericana y él, español. No es el presidente de la Audiencia Provincial de Palma quien les explica que este programa "nace como una herramienta de ayuda y de apoyo para encontrar trabajo o ponerles en contacto con personas que pueden ayudarles". Es la persona despojada de cargo. Les cuenta cómo desde Càritas se les presta apoyo en idiomas o cómo la Cruz Roja ayuda en temas de orientación laboral. Junto a él, otros dos voluntarios en idénticas funciones.

El que fuera almacén Energema, propiedad de otro antiguo alumno de Montesión, Fernando Rodríguez, es el local donde cada jueves bulle la vida. "Antes estaba vacío y lleno de polvo; ahora lleno de solidaridad y de amor", expresa quien lo ha cedido a los Antiguos de Montesión Solidarios. Al local de Lluís Martí se accede a través de dos colas: una es la que hacen aquellos que vienen a pedir hora para una futura ayuda y es donde el magistrado y otros les toman los datos, y en la de al lado, los que ya están en el programa de ayuda y reciben comida y ropa.

Afuera los críos juegan sentados o repantigados en la acera. Sus madres les dan el biberón lleno de agua. El termómetro marca más de 34 grados. Dentro, las cortinas de tela ocultan una cadena de trabajo en la que se van agrupando los seis litros de leche, pasta, arroz, aceite y más alimentos.

"Nos comprometemos a darles una ayuda mensual durante nueve meses a todo aquel que acredite que lo necesita. Desde luego es muy difícil evitar el que en alguna ocasión se dé cierta picaresca, gente que no necesita la comida pero viene, pero bueno nosotros damos ayuda a los que se mueren de hambre", comenta Carlos Gómez. La comida que reparten es para consumir no para vender. Antes de darles este socorro, los organizadores se cercioran de que realmente están necesitados.

"Trabajamos desde la dignidad", recalca Blai Vidal, veterano e impulsor de este grupo de voluntarios del colegio de los jesuitas, junto a Carlos Gómez. Desde hace ya más de tres años se ha creado este programa. Cada semana entran entre 27 y 35 familias nuevas. A una media de tres miembros por familia, las cuentan se resumen en un saldo de más de 6.000 personas que han ido recibiendo esta ayuda. Con la guadaña de la crisis económica, el perfil del usuario ha ido cobrando nuevos tintes: "Ya no solo vienen marroquíes. subsaharianos, bolivianos, ecuatorianos, senegaleses; no, ahora también hay que sumar un 30 por ciento de personas locales. Suelen ser pensionistas que han consumido su ahorro para ayudar a sus hijos y ahora no les basta la pensión y vienen a por comida", relata Vidal. La clase media de Palma suele ir a última hora. "Les da vergüenza", añade Vidal.

Sustentados en el trabajo voluntario que toma forma en la entrega de alimentos y ropa pero que detrás, entre bambalinas, representa muchas horas robadas al descanso para coordinar esta larga cadena €buscar quien puede pagar, hablar con supermercados, con el Banco de Alimentos, organizar el transporte, desplazarse hasta los huertos de algunos voluntarios que entregan sus frutos y un engranaje de asesoramiento muy amplio€, los Solidarios de Montesión se reconocen por su trabajo "horizontal y asambleario, como el 15-M", apunta Blai. La heterogeneidad entre los voluntarios es paralela a la diversidad de los necesitados.

Otra de las personas activas hasta cortar el hipo es Catalina Palerm. Asistente social de oficio, ya jubilada, no ha dicho adiós a un carisma que la hace imprescindible. Ha organizado el concierto y fiesta solidario mañana en la finca de Alzinar de Son Xerubí en Son Servera, a cargo de Francisco Albéniz, (La Búsqueda), Jaume Compte y Blai Vidal, cuya recaudación se destinarán a la Associació Aliments i Solidaritat de los antiguos alumnos de Montesión y a la Escuela de Bandiagara del País Dogón en Mali.

A esta velada musical y a la subasta de obras de artes, se le añaden a lo largo de agosto una serie de actividades como la conferencia La nueva América Latina, a cargo de Ignacio Ramonet y Ramón Chao, el 10 de agosto. Cuatro días después se proyectará el documental que Agustí Villaronga filmó sobre el escritor Miquel Bauçà, poeta invisible. El 17 de este mes, la Premio Nacional, la escritora Carme Riera, impartirá una conferencia: Els jueus a Mallorca. Por último, el 25 de agosto, se reserva al teatro a cargo del grupo Kadiram Teatre que pondrán en escena Inesperadament l´últim estiu.

Otro jueves llegará a Lluís Martí, el único día de la semana que queda cortada al tráfico. No estamos en los carnavales de Notting Hill. Estamos en los bordes de la pobreza, pero hay quien le otorga dignidad y esperanza.