Cort ha privatizado el parque de sa Feixina. Temporalmente, eso sí, pero lo ha cerrado a cal y canto al ciudadano para que la organización de la Copa del Rey de vela lo convierta en el village de la competición, es decir, en el centro comercial y social de la regata, donde se organizan las fiestas y presentaciones de la misma y las firmas patrocinadoras y colaboradoras venden sus productos.

Acercar la ciudad a una competición de carácter internacional que desde hace treinta años proyecta en el mundo la imagen de Mallorca es un objetivo nunca conseguido, porque la vela no es precisamente un deporte popular y la regata siempre se ha organizado de espaldas a Palma. Sin embargo, resulta más que dudoso que esa meta loable pueda lograrse fastidiando a tantos ciudadanos, cerrando un espacio público con cientos de usuarios diarios, que une el centro con el barrio de Santa Catalina y que conecta para los peatones la parte alta de la ciudad con el paseo Marítimo. Ahora el village es un obstáculo de día y de noche, una molestia que obliga a dar un rodeo para llegar al mismo sitio. Es cierto que todos los palmesanos que lo deseen podrán acudir al centro comercial de la regata consiguiendo las invitaciones a través de la web del Ayuntamiento. Pero el acceso libre es otra cosa. Además, ¿qué departamento municipal ha decidido que esa oferta resulta lo suficientemente atractiva como para cerrar sin alternativa uno de los escasos parques de la ciudad?

La privatización de los espacios públicos de Palma es una de las notas distintivas del primer año de mandato de Mateo Isern en Cort. Con la excusa de la denominada reactivación económica, las terrazas se han multiplicado, el paseo Sagrera soporta a diario un insulso mercadillo hasta altas horas de la noche y s´Hort del Rei otra colección de tenderetes de artesanía durante los fines de semana. Lo que se gana en dinamización se pierde en decoro y respeto a lo público