Existe un sentir más o menos generalizado en considerar los interiores de los templos, sobre todo aquellos que gozan de cierta antigüedad y representatividad, como lugares impasibles al paso de los siglos, algo así como espacios en eterno reposo. Para el caso de la catedral mallorquina, si uno atiende cómo ha ido evolucionando la vida en su interior, no tardará en darse cuenta de la invalidez de tal reflexión. Por ejemplo, intentar seguir desde su creación los cambios de proyectos, traslados de elementos muebles, remodelaciones€ del retablo mayor de la Seu €situado en la Capilla Real, tras el altar€, puede convertirse en una ardua tarea. Cuando uno se adentra en la Catedral, se percata de que en el presbiterio no se encuentra ningún retablo. Pero eso no ha sido siempre así.

Fue Jaime I quien ordenó que la Catedral fuese dedicada a Santa Maria. Por ello desde el siglo XIII una Virgen (la actual Virgen de la Grada que se conserva en una de las capillas laterales de la Seu) presidía la mezquita cristianizada que hacía las funciones de catedral. A principios del siglo XIV se empezó el nuevo templo. En 1346, cuando la Capilla Real estuvo finalizada, el obispo Berenguer Batle consagró el altar mayor. Quizás, también en esos momentos, la Virgen trecentista fuese trasladada a la nueva capilla para que presidiese, aunque hay autores que afirman que en esa época ya se había realizado la Virgen Sagrario, la misma que todavía hoy preside la Catedral. En lo que sí parece haber consenso, a la luz de la reciente publicación de un nuevo trabajo de investigación, es en afirmar que en esa época la Seu todavía no tenía ningún retablo mayor. En ese estudio, los historiadores del arte Antoni Pons y Francisco Molina, han aportado nueva documentación, que viene a despejar, un poco más, la realización y colocación del retablo mayor medieval. Según estos autores, en 1371 se realizó un tabernáculo €un sagrario€ que se colocó en la capilla del Corpus Christi. Pero en 1378, éste, se trasladó, provisionalmente, al presbiterio del altar mayor. Este tabernáculo descansaba sobre una piedra y permaneció en la Capilla Real hasta que fue substituido por un retablo, en aquellos momentos todavía inexistente.

El documento más revelador que aportan Pons y Molina, pertenece a las actas capitulares de 1408, momento en que el Cabildo informa al Obispo de Mallorca de la decisión de construir un retablo para el altar mayor de la Catedral: "retrotabulum seu tabernaculum per in decore altare maioris dicte ecclesie [€] igual in sua forma tabernaculum altares maioris ecclesie Barchinone". Es decir, había la intención de realizar un retablo sagrario, igual que el de la Catedral de Barcelona. Éste se empezó a construir en 1413 y las obras se alargaron hasta 1416. Fue la Confradia de Sant Pere i Sant Bernat, la que financió buena parte del retablo. La predela fue pagada por el Cabildo. No está muy clara su autoría, aunque el medievalista Jaume Sastre, documentó el pago de los canónigos mallorquines a Llorenç Tosquella (junior), por la realización de dos esbozos en pergamino del retablo mayor de la Seu de Barcelona.

La estructura de este retablo mayor, poco tenía que ver con las tablas góticas que estamos acostumbrados a ver en iglesias o en museos como el de Mallorca o el Diocesano, es decir, la clásica estructura, bidimensional, dividida en tres cuerpos horizontales y tres calles verticales, con la representación de una figura central muy destacada. El retablo mayor de la Catedral era tridimensional. Presentaba una estructura a la manera de un gran tabernáculo, por lo que tenía dos fachadas "transparentes" €la anterior y la posterior€ configuradas a partir de finas tracerías góticas. Entre estas dos caras había un metro de separación. Los laterales entre ambas caras estaban cerrados también por tablas de tracería gótica. Visto desde la nave central, colocado entre el altar mayor y la cátedra episcopal, debió tener un aspecto de gran celosía. De esa estructura de cuatro lados, hoy se conservan las dos caras anchas. Estas dos estructuras, recientemente restauradas, se pueden ver una encima de la otra €la cara posterior sobre la anterior€, aguantadas por dos colosales ménsulas en la parte interior del portal del Mirador de la Seu. En la parte central, del retablo se encontraba la Virgen Sagrario, que como ya se ha advertido, no se conoce con exactitud su datación, aunque sí parece claro que se realizó antes que el retablo. Desde finales del siglo XV hasta el siglo XVII, se fueron añadiendo esculturas, flanqueando la Virgen Sagrario.

Sería larguísimo contar con detalle los cambios que se fueron efectuando a lo largo de los años en el presbiterio y, de rebote, en el retablo. De todas formas, éste subsistió hasta 1728, momento en que el escultor Joan Deyà construyó uno nuevo a partir del diseño que, dos años antes, el prestigioso artista milanés Giuseppe Dardanone había realizado. Según Marià Carbonell, el barroquismo de la obra, influido por la arquitectura efímera y el tratado d´Andrea Pozzo, causó admiración entre los palmesanos de la época. Nadie protestó ante el desmantelamiento del retablo medieval. De éste, las tablas laterales desaparecieron, mientras que las dos fachadas fueron recoladas dentro del mismo presbiterio. Mientras la fachada posterior del retablo gótico fue reutilizada como celosía o reja que separaba el corredor dels ciris, de la capilla de la Trinidad; la fachada anterior, la principal, fue adosada detrás del nuevo retablo barroco, espalda contra espalda.

El entusiasmo con que fue acogido el nuevo retablo durante el siglo XVIII, se tornó en duras críticas durante el siglo XIX. No fueron pocas las voces que, sin ningún tipo de tapujos, pedían retirar el retablo dardanoniano. En este sentido, Pons y Molina nos dan a conocer la existencia de un proyecto de 1890, que encargó el canónigo Guillem Puig al prestigioso arquitecto Ricardo Velásquez Bosco. Este proyecto tenía como objeto remodelar, una vez más, la Capilla Real. Esa actuación giraba entorno a la retirada del retablo barroco y la restitución del medieval. La repentina muerte del canónigo promotor provocó que el proyecto cayese en el olvido. Se tendrían que esperar unos pocos años más para poder contemplar la importante remodelación que efectuaría el gran arquitecto Antoni Gaudí, no ya sólo de la Capilla Real, sino de toda la Catedral. A él le debemos su aspecto actual.