La presencia documental judía en la isla de Mallorca se remonta al siglo V, aunque algunos autores apuntan que los primeros judíos llegaron a Mallorca mucho antes. La comunidad hebrea supo adaptarse, no sin grandes dificultades, a las diferentes colonizaciones de la Isla. Por ejemplo, tras la conquista islámica del siglo X, no pocos judíos pasaron a formar parte del alto cuerpo funcionarial de la nueva administración musulmana, y quizás ello explique que muchos de ellos viviesen en las inmediaciones del palacio del Valí (actual palacio de la Almudaina).

Cuando Jaime I asaltó la ciudad y conquistó la isla no atacó a la comunidad judía, antes al contrario, la protegió –cien años antes (1115) ya lo había hecho su tatarabuelo el conde de Barcelona (Ramón Berenguer III), durante el asalto y razia de la capital mallorquina– y se sirvió de la preparación intelectual de muchos de sus miembros. El monarca otorgó salvoconductos a todos los judíos extranjeros que quisiesen desplazarse a vivir a Mallorca. Los judíos participaron, tanto del reparto de bienes de la porción real, como de la del conde del Rossellón, Nuño Sanç. Del primero recibieron varias propiedades, entre las cuales destacó la extensa área contigua al Palacio de la Almudaina, área que la documentación denomina Almudayne judeorum, que no es sino el solar que a finales del siglo XIII ocuparían –paradojas de la historia– los dominicos para construir su convento. La historiadora Margalida Bernat sitúa la sinagoga de aquel call en el lugar en que hoy se encuentra el Parlament balear (en la calle Palau Reial), la cual empezó a funcionar a mediados del mil trescientos. De Nuño Sanç recibieron propiedades ubicadas en el área que tenia como ejes principales las actuales calles de Jaume II (antes "Bastaixos", y más antiguamente "des segell") y la de Sant Bartomeu (antes "dels jueus"). Ese barrio era conocido como el "callet", o, como denominó siglos más tarde el cronista Vicenç Mut, el "call" menor. Este barrio también contaba con una sinagoga, que Bernat localiza en el actual callejón de la Reixa, al principio de la calle de Sant Bartomeu.

Durante los años posteriores a la conquista, la vida de la comunidad judía –la aljama– no sufrió grandes sobresaltos, acaso algunas disputas internas entre los hebreos autóctonos y los recién llegados. Parece ser que los problemas empezaron a surgir con los primeros balbuceos de la nueva diócesis mallorquina, que no hizo grandes esfuerzos por disimular sus recelos hacia los judíos. Por ello, Jaime II, hacia el año 1300 –momento clave en que el monarca dio un impulso definitivo a la organización y estructuración del reino de Mallorca–, asesorado por el obispo Ponç Desjardí, ordenó que los judíos se trasladasen a vivir a una nueva zona de la ciudad, más alejada del epicentro de la urbe. En este traslado también estaban incluidos los vecinos hebreos del "callet" o "call" menor. El nuevo barrio, fruto de la unión de los dos antiguos, fue denominado Call mayor, y se ubicó en la parte levantina de la ciudad, en la partita vocata Templum et Calatrava. Éste se articuló a partir de unos ejes viarios principales identificados actualmente con las calles de: Sol, Montesión, y Posada de Monserrat y Sant Alonso. Al igual que en los anteriores, se levantó un muro –murum grossum– a su alrededor que lo delimitaba. Se accedía a su interior a través de cuatro puertas: la puerta mayor, ubicada en la intersección de las calles Padre Nadal, Sol, Montesión y Santa Clara; la puerta de "L´aberaudor del temple", situada en la confluencia de las calles Sol y Pelleters, frente al castillo del Temple; la puerta de las "torres llevaneres", que se encontraba a la altura de la parte central del actual convento de "ses Jerònimes" – cuya calle, por cierto, se ha conservado fosilizada en el interior del convento–; y finalmente, la Puerta de Santa Clara, frente al portal de dicho monasterio. A partir de la creación del "call" mayor, todos los judíos tuvieron la obligación de vivir y dormir allí, aunque pudieron mantener los locales de sus negocios fuera del recinto.

Los judíos tuvieron una organización política, administrativa y social paralela a la cristiana: la aljama. Ésta regulaba íntegramente las vidas de los hebreos. Organizada jerárquicamente, tenía al consejo de ancianos –constituido normalmente por siete venerables– como institución de máxima autoridad. La sinagoga era un punto crucial en la vida de los judíos. Era el lugar de culto y de enseñanza. Aunque en principio solo estaba permitido el funcionamiento de una única sinagoga, el "call", a lo largo de su complicada historia, dispuso de tres. La primera que se construyó, estaba emplazada en el solar de la actual iglesia de Montesión –la sinagoga mayor–. A pesar de tener unas dimensiones más bien discretas, destacó por su magnífica decoración y empaque. Jaime III la definió como de curiosam et valde formosam. No hay tiempo en tratar las vicisitudes que sufrió este templo a lo largo de su historia, sólo decir que su uso fue intermitente. Finalmente, tras el asalto al "call" de 1391, fue comprada por Jaume Despuig, quien la reconvirtió en un templo cristiano bajo la advocación de Nuestra Señora de Montesión, y así se la encontraron los jesuitas en el siglo XVI. Una segunda sinagoga se construyó en el actual solar del seminario viejo, en la parte que da a la calle Posada de Montserrat, aunque se usó como sinagoga no más de quince años, pues también fue destruida con el asalto de 1391. Finalmente, una tercera sinagoga –"la sinagoga nova"– fue construida gracias a la donación testamentaria de Aaron Mani (1370) quien dejó escrita la voluntad de que se levantase una sinagoga en su casa. No se sabe cuando se erigió, pero sí se sabe que desapareció también tras el asalto. A pesar de la brutalidad de los hechos de 1391, las conversiones no fueron tan masivas como se ha dicho en más de una ocasión. El "call", aguantando grandes calamidades y vejaciones, pudo subsistir cerca de cuarenta años más. Sin duda, ayudó a su supervivencia la llegada de unos ciento cincuenta inmigrantes judíos portugueses. Fue ese colectivo el que compró la sinagoga de Aaron Maní y la volvió a rehabilitar. Su ubicación se encontraba en la actual calle Pelleteria, a la altura del "forn d´en Miquel". Duró pocos años, pues en 1435, todos los judíos mallorquines fueron obligados a convertirse al cristianismo. Algunos pudieron huir, mientras que para otros comenzó otro calvario que se mantendría durante siglos. Sólo los grandes pueblos como el judío son capaces de resistir tanto y tener tanta esperanza… tal como se puede vislumbrar en poemas como el de Marian Aguiló en Albada: "L´estrella més pura/ poruga ja guaita/ tremola agradosa/ dellà la muntanya./ Benhaja l´estrella, l´estrella de l´alba!...".