Sin capacidad para realizar nuevas inversiones, el alcalde Isern promete a cambio más seguridad y limpieza. Es uno de sus grandes objetivos. Lo anunció en campaña electoral, lo comunicó abiertamente hace dos semanas a los vecinos de las olvidadas barriadas de Sant Agustí y Cala Major, y lo lleva confirmando desde el inicio de legislatura con las constantes reformas que está llevando a cabo en la Policía Local y Emaya. La obsesión de Isern por la seguridad sólo es comparable ya a la que tuvo el consistorio de Calvo con la incorporación de las bicicletas a la ciudad, hasta tal punto que los nuevos uniformes policiales llevan camino de convertirse en el icono de la legislatura, como en la anterior lo fueron los velocípedos urbanos y el polémico carril de las Avenidas que el propio Isern se encargó de dinamitar nada más tomar posesión. El alcalde ha nombrado nuevo intendente; ha sacado más efectivos a la calle, de noche y de día; ha fulminado el botellón del Paseo Marítimo y la algarabía de la Ruta Martiana hasta reducirla a una anécdota; ha aumentado de forma objetiva la capacidad de respuesta de la Policía Local a las llamadas ciudadanas, lo que tampoco era muy difícil, y ha creado hasta siete unidades distintas en el cuerpo, porque en tiempos de crisis también es conveniente poner más multas para recaudar más. Los guardias patrullan a pie, en coche y en moto, pero también a caballo, incluso por parques y vías peatonales, lo que da una imagen muy marcial siempre que el animal no decida aliviarse allí mismo, como ha ocurrido en Sant Miquel y el Parc de ses Estacions. Ahora llega el mando único a la Platja de Palma, lo que no es nada más que coordinación entre las cuatro policías que actúan en una de las zonas más conflictivas y en el motor turístico de Palma.