Una estampa clásica en la esquina entre Antonio Marqués y Blanquerna: una cola de personas aguarda entrar en la panadería La Deliciosa para comprar el pan moreno de merecida fama. Los demás comercios acaban de echar el cierre. Pocas horas para liquidar la jornada. Compremos pan. Hay quien incluso se iba con él bajo el brazo y se metía en el cine Rívoli.

Isabel Román, la empleada dicharachera y veterana en el negocio, se ha convertido hoy, 35 años después, en copropietaria. Jubilado el dueño Antonio Roca y relevado por su hija Maribel, la panadería especializada también en dulces tradicionales se ha movido dos metros del antiguo local. En La Deliciosa han cambiado algunas cosas pero la miga del negocio sigue siendo la misma. "Ha sido muy difícil. Nos hemos tenido que mojar en este momento de crisis, pero vale la pena", asegura Isabel. Debe valerla porque La Deliciosa crece. Están a punto de abrir otro obrador en Fausto Morell.

No muy lejos está su madre, Antonia Joan, hija de un harinero de Son Sardina. Sonríe cuando escucha recuerdos de Isabel Román, la veterana de la casa que llegó de Sóller a Palma "siendo un mico que apenas levantaba dos palmos del suelo. ¡Ya ves que soy pequeñita, menos en lo ancho!".

Prosigue en su relato: "Casi ha nacido aquí. Cuando empecé tenía 20 años pero a los 11 aprendí el oficio en el horno La Panificadora de Sóller y también en Can Frau. Antonio Roca me preguntó si querría trabajar con ellos en Palma y aquí me vine. Yo perdí a mi padre de joven, y por eso siempre les llamé ´padres´ a Toni y a Joana".

El pan de cada día en La Deliciosa es un río de personas que van perlando las más de trece horas de trabajo de historias del barrio y no sólo, porque hasta Antonio Marqués se acercan de otros puntos de Palma y de la Part Forana. "¡Si hasta viene un señor de Vigo que cada vez que regresa, se para a comprarnos el pan para la sobrasada".

No hay cliente al que Isabel no le dedique un piropo, un ´hola cómo va´, o un chiste. María Salud, la otra empleada, también ha sumado años en una panadería que fue horno, sesenta años atrás. El origen se remonta a Guillem Batle y a su mujer Inés. De hecho al horno le llamaban Ca na Inés. "Ahora le llamarán Ca na Isabel", ríen las cuatro mujeres. Los clientes se contagian.

El cambio de ubicación se debió a que la propietaria que les tenía arrendado el local iba a hacer obras. "Nos planteamos qué hacer. Mi padre se iba a jubilar. Isabel me animó a seguir", cuenta Maribel Roca.

El panadero Joselito ni asoma la cabeza. Hay faena porque en La Deliciosa la barrera está levantada doce horas. "Es toda una vida la que pasa por aquí", sentencia Isabel. Las demás asienten.