El fuego y el agua. Dos aliados del hombre que se convierten en enemigos implacables cuando se descontrolan. Sa Riera desvió su cauce natural –el que atravesaba la Rambla y el Born– en el siglo XVII. No fue un capricho de las autoridades, como puedan serlo el Palma Arena o el nonato Teatro de la Ópera del Moll Vell. Actuaron movidas por las sucesivas inundaciones del torrente y por los males que ocasionaba cada vez que su capacidad se veía desbordada por las fuertes lluvias.

La más terrible de estas inundaciones ocurrió en la noche del 14 al 15 de octubre de 1403. Sobre las seis de la noche –recuerde que nuestros antepasados vivían al compás de la hora solar–, llegó a Palma una avalancha de agua y árboles que derribaron la muralla en el lugar donde se encontraba la Porta Plegadissa –cerca la actual plaza Berenguer de Palou–. El Paborde Terrasa, cronista de la época, cuenta los hechos de esta forma: "Vino la Riera tan crecida, trayendo muchas ramas, árboles y escombros, que no pudiendo pasar por el puente del muro de la ciudad se subió tan alto el agua que destruyó y rompió el muro, y antes de romperlo ya lo sobrepujaba el agua más de 16 palmos".

Fue solo el principio. Las aguas demolieron los siete puentes que permitían atravesar el cauce en distintos puntos de la ciudad. También cayeron, víctimas de la fuerza de la riada, "cuantas casas confinaban el Born y el Mercado (la plaza) y la calle Oms". Sin llegar a la misma proporción, muchos edificios en las calles Paraires, del Mar y otras próximas a sa Riera fueron vencidos con facilidad. Josep Maria Quadrado calculó que el número de casas arrasadas se elevaba a 1.500. El número de fallecidos se sitúa entre 5.000 y 5.500. El cronista Vicenç Mut escribió que por la mañana apareció "todo el mar de la bahía cubierto de cadáveres; y como el viento que movió la lluvia fue un recio levante, corrieron muchos cuerpos muertos llevados hacia Illetes, donde por entonces se les dio sepultura en aquellas arenas porque nadie hallaba al padre, al hijo o al deudo que buscaba, tanto los desconoció en los rostros el formidable horror de su naufragio".