Los tenderos del mercado de Santa Catalina le llaman el chico ´eco´. Joan Massanet se encarga del puesto Ecoilla y es socio de la cooperativa del mismo nombre, formada por 14 productores de alimentos ecológicos, sobre todo ganaderos. En la carnicería está Tomeu Buades y ambos otorgan al tradicional mercado la oferta cada vez más variada de fruta, verdura, hortalizas, embutidos, quesos, carne y otros alimentos básicos, como leche, yogures, pastas y cereales. Todos con un denominador común: "Ninguno ha sido tratado con productos químicos ni pesticidas. La tierra tampoco está contaminada, por lo que aporta más vida y eso se transmite al alimento, que tiene una mayor calidad. En cuanto a los animales, su comida también es ecológica y no les introducen hormonas para que crezcan más rápido", detalla Massanet.

Por este motivo, cuentan con el certificado del Consell Balear de la Producció Agrària Ecològica, el organismo oficial que regula todo este tipo de alimentos según la normativa de la Unión Europea. Sin dicho certificado, no puede considerarse que un producto es ecológico. En Palma también lo tienen quienes participan en el mercado de los sábados en la plaza Bisbe Berenguer de Palou y el agricultor Lluís Cirera.

Cajas preparadas

Este joven ingeniero agrícola se dedica desde hace alrededor de un año a repartir cajas llenas de verdura y hortalizas. "Preparo cajas iguales para todos, donde siempre pongo lechuga, patatas, cebollas, huevos y los productos de la temporada, aunque si hay alguien a quien no le gusta el apio, por ejemplo, o que un día necesita más calabazas, adapto su caja", tal como explica. Las más pequeñas cuestan 15 euros y las grandes suben a 20. Los clientes pueden elegir, por tres euros más, que Lluís se acerque hasta sus casas en cualquier lugar de Palma los martes por la tarde o los miércoles por la mañana. Además, los martes a las 20.00 horas las reparte en la plaza de la Catedral, previo aviso.

La idea surgió al comprobar las dificultades para distribuir los productos de su huerto. "Tengo una finca de la familia y siempre había hecho cosas en el campo. Cuando acabé la carrera, quería seguir en ello, tocar el producto, estar en contacto con la tierra, por lo que comencé poco a poco. Como vi que las grandes cadenas de distribución te imponen unos precios que no son razonables, pensé en hacer algo para estar en contacto directo con el cliente, un sistema en el que no necesitase intermediarios".

Por eso acude cada semana con su furgoneta a una quincena de viviendas, cuyos moradores "tienen una concienciación por lo ecológico y aprecian la calidad", aunque haya que pagar más.

Sin intermediarios

El precio de estos alimentos es más elevado debido sobre todo a que su producción es mucho más costosa. Con distribuidores implicados, se encarecería aún más, por lo que la cooperativa Ecoilla decidió en 2009 abrir una tienda en el mercado de Santa Catalina y evitar de este modo los habituales intermediarios. Otro motivo que señala Massanet es que "los carniceros tradicionales apenas demandaban carne ni embutidos ecológicos, por lo que los consumidores interesados no tenían un lugar donde acudir para comprar este producto". Gracias a la oferta directa y una demanda en auge, la tienda de Ecoilla lleva dos años sin parar. Aunque con otro problema, tal como apunta Tomeu Buades: "La variedad es la misma que en otras carnicerías, aunque si nos piden una gran cantidad de un mismo producto, no tenemos, porque no hay tantos ganaderos ecológicos como para abastecer grandes demandas, como las que hacen muchos restaurantes, por ejemplo".

En la zona de frutas y verduras, los consumidores particulares se sienten como si estuviesen en un pequeño colmado, en vez de en un mercado, ya que se tienen que proveer ellos mismos. Es otra de las peculiaridades del puesto ecológico, y que choca a algunos clientes acostumbrados a que sea el dependiente quien escoja los tomates. "Queríamos aportar algo novedoso, diferente", concluye Massanet, aunque el trato directo nunca se pierde.