Mañana se celebrará la Diada de Mallorca. A pesar de que esta fiesta lleva varios años realizándose —se originó en 1997, cuando el Consell de Mallorca la proclamó Diada de Mallorca— todavía son muchos los ciudadanos que no conocen muy bien aquello que se celebra. El 12 de septiembre se rememora el juramento solemne que hizo el recién proclamado rey Jaume II de Mallorca, de los privilegios y franquicias de nuestro Reino, en 1276.

Estas constituciones estaban formadas por una serie de disposiciones que se habían empezado a originar en los prolegómenos de la conquista de Mallorca. El cronista Benet Pons Fàbregues nos recuerda el primer pacto entre Jaume I –padre de Jaume II– y el resto de magnates que debían asistir a la conquista de Mallorca: "A todos, nobles, mercaderes y eclesiásticos, los llamó el Rey a la Corte que había mandado a Barcelona, después del histórico convite del cómitre Pere Martell; el arzobispo, los obispos y los abates; los nobles barones, señores y caballeros; los procuradores de las ciudades, mercaderes y ciudadanos; y allí formaron, los tres brazos, con el rey, aquel pacto del que nos alegramos los naturales de Mallorca como del primer privilegio que debemos a la madre Cataluña". En ese pacto se acordaron repartirse las tierras según el esfuerzo de cada una de las partes que asistían a la campaña insular. Esas propiedades se dispondrían según els Usatges de Barcelona, es decir, siguiendo las disposiciones feudales catalanas. Ahora bien, en ese pacto se añadía una cláusula sorprendente para la época. Me refiero concretamente a una disposición que permitía adquirir tierras, no solamente a los vasallos del Rey y de los barones, sino a todos los hombres que fuesen a la guerra, inclusive a los que viniesen de otros reinos. Textualmente dice: "omnes homines de terra nostra et aliunde tenientes".

Dos meses después de la conquista de Mallorca, el rey Jaume I concedió a los pobladores de Mallorca la Carta de Franquesa (Franquicia), la cual constituye el nuevo Reino, el de Mallorca, sobre una base de igualdad, muy avanzada para la época. Tanto es así que no pocos historiadores de los siglos XIX y XX bautizaron a Jaume I con el sobrenombre de "democrático". No es este el lugar adecuado para analizar la Carta, pero si nos detenemos a leer los artículos que la configuran nada nos llama especialmente la atención, ahora bien, para los habitantes de principios del siglo XIII su contenido sí era realmente sorprendente. En ella los caballeros, vieron recortado su poder, mientras que los ciudadanos y payeses encontraron en ella la posibilidad de repoblar un nuevo reino con grandes dosis de libertad. Aunque los Usatges de Barcelona era el documento base sobre el cual se configuraba la sociedad, en Mallorca, esos Usatges feudales, quedaban claramente recortados, sobre todo en lo referente al poder casi ilimitado de los barones y nobles. No hay que perder de vista que los nobles catalanes no tenían otra norma ni medida que su voluntad y se juzgaban facultados para emplear la fuerza al servicio de su arbitrariedad y su capricho. Por poner un ejemplo, sólo recordar aquel derecho abominable que otorgaban los Usatges: el jus primae noctis, es decir, el derecho de la primera noche –o "derecho de pernada" como era conocido en Castilla– en Mallorca no tenía validez gracias a la Carta de Franquesa.

Con estas franquicias o exenciones de los Usatges que disfrutaba el nuevo reino de Mallorca no se hacían diferencias entre los diferentes estamentos. Para todos fue escrita la Carta y a todos trató por igual. Sólo una excepción en el derecho civil: la prohibición de vender tierras a caballeros y clérigos. Ello quizás para evitar la concentración de grandes propiedades bajo un mismo linaje u orden monástica, pues el rey, claramente, pretendía que en la isla hubiese propietarios libres con tierras libres: "Las posesiones, todas, habréis o poseeréis sean francas y libres", se reza en el documento fundacional. En este escenario tan idílico para la época, los historiadores no han dejado de preguntarse como la nobleza no protestó ante este documento. De hecho, posteriormente, en la conquista de Valencia, los barones y caballeros ya no fueron tan permisivos. Seguramente, las libertades que otorgó Jaume I al nuevo Reino de Mallorca mediante la Carta de Franquesa se expliquen por el problema de la insularidad, realidad ésta, que hacía más difícil el poder repoblar las islas, por lo que las ventajas y libertades debían ser mayores.

Sea como fuere, lo cierto es que la Carta de Franquesa y una serie de privilegios concedidos por el monarca, conformaron una serie de disposiciones conocidas por nuestros antepasados como los Privilegis i Franqueses del Regne de Mallorca. Los pobladores del nuevo reino, de todos los estamentos, reverenciaron dicha Carta con una veneración casi mística. Por ello, no es de extrañar que cuando Jaume II fue proclamado rey de Mallorca, enseguida se dispuso a "confirmar, conceder y jurar", la Constitución fundacional del reino de Mallorca. Y así fue siempre. Mientras el reino de Mallorca dispuso de autonomía obtuvo el juramento de la Carta de Franquesa. Todos los reyes de la Casa Mallorquina, más tarde, cuando el reino fue reincorporado a la Corona de Aragón, por los reyes de Aragón e incluso más tarde por los reyes de España, todos ellos, juraron solemnemente los venerables privilegios.