Una historia "ridícula", ríe al contarla y calificarla como tal Cati Gesierich, propietaria junto a Patricia Jordi, del Horno Helvético, inaugurado el pasado sábado en la calle San Nicolás. "Estuvimos tres años atrás de vacaciones en Irlanda y cansadas de tan mal tiempo, cogimos un billete a Mallorca. Fue un amor a primera vista".

Ambas tienen una probada experiencia en el mundo de la hostelería y restauración. Suman entre ambas "más de treinta años" en un negocio con mucha miga. Regentaron un pequeño hotel al sur de Suiza hasta que el corazón quedó preso de la isla. Tuvieron claro desde el principio que el negocio lo querían en el centro de la ciudad y que además debía "ser un puente" entre la cultura mallorquina y la helvética. Tanto es así que no descartan, para un futuro, ofrecer un curso de aprendizaje a un joven junto al panadero Florian Engeli que ha llegado a la ciudad desde Suiza. "La formación allí es muy dura. Te piden tren años de escuela", subraya Cati.

Donde en su día estuvo Can Ribas, la tienda de telas que alcanzó el siglo hasta que pasó a convertirse en un Cappuccino, ahora se abre este horno que va más allá. "En nuestro país, cuando se trata de panaderías el concepto es más amplio ya que se ofrece servicio de cafetería", señala Cati Gesierich. Lo que sí está claro, y aunque el pan sea la base, es que si el cliente busca pizza o espaguetis, éste no será su lugar. El que quiere desayunar ampliamente puede degustar un clásico almuerzo helvético que combina distintos tipos de panes,yogur, café con leche, huevos. Las enamoradas de la isla añadirán cosecha mediterránea porque "queremos tender un puente entre Suiza y Palma".

Ellas se encontraron el local vacío y han llevado a cabo algunas pequeñas reformas. En las dos plantas del local se ha buscado crear un ambiente "cálido, como si estuvieras en tu casa". Incluso en la planta superior, en una esquina, frente a una mesa redonda, se ha colocado una librería llena de libros y revistas. El lector podrá buscar refugio al bullicio todos los días de 9 a 21, pero el domingo se descansa.

Habrá que esperar al frío para que el rey suizo, el chocolate, haga acto de presencia. Mientras, hay una oferta amplia de panes que Florian hace a la vista de los clientes y que en breve añadirá trozos de tomate, aceitunas, como homenaje al sesgo isleño.

De aquellas telas de lengua que vistieron tantas casas de Mallorca al Horno Helvético, unos años de distancia y otros más de distinto acervo gastronómico que las dos propietarias quieren acortar. Hasta el momento, paran por el local "turistas, gentes de todas las edades, personas de los negocios cercanos y, sorprendentemente, muchos jóvenes que piden una coca-cola y un bocadillo", relata Cati en un perfecto castellano que aprendió, años atrás, en Sevilla.