En noviembre de 1700 murió el rey Carlos II, último vástago de la rama austriaca española. En su testamento ordenaba que su sucesor debía ser su pariente el duque de Anjou, Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV de Francia. El rey también dejó escrita la voluntad de crear una junta de gobierno provisional que debería hacerse cargo de los asuntos de la Corona. Es sabido que la decisión de dejar el trono a un Borbón dividió a España en dos facciones, los partidarios de la Casa Borbón y los de la Casa de Austria, y el enfrentamiento entre esos dos bandos desembocaría en un conflicto internacional conocido como la Guerra de Sucesión.

Ahora bien, la Guerra no estalló inmediatamente tras la proclamación de Felipe V como nuevo soberano de los reinos de España, lo que permitió, en esos primeros momentos, vivir con normalidad en Mallorca. Los jurados de la Ciudad y Reino se dispusieron, como era habitual, celebrar la coronación. Acordaron "no sols manifestar los obsequis y sumisions de vasalls, sino la alegria, fidelidad y amor ab que espera veure elevat en el trono de la Universal Monarquia de Espanya un Princep adornat de tan singulars virtuts".

Por una crónica del padre jesuita Jaime Custurer sabemos que, unos meses después, la cofradía de Sant Jordi, que era la institución entorno a la cual se aglutinaba la nobleza mallorquina, propuso hacer su propio homenaje al nuevo Rey, organizando unas justas en el Born. En primer lugar la cofradía eligió mantenedor del torneo a D. Juan Sureda y Villalonga, futuro marqués de Vivot, decidido partidario de la causa botifler –denominación con la que se conocía a los partidarios de los Borbones–. La noche del 17 de diciembre de 1701 se organizó una "ostentosa encamisada" en la que "salió toda la nobleza de este Reyno", que recorrieron a caballo las calles de Palma con hachas encendidas mientras sus lacayos anunciaban la fiesta caballeresca.

El torneo tuvo lugar el 27 de febrero de 1702 y en él participaron no sólo los nobles partidarios de Felipe V, sino también los más destacados por su adhesión a la casa de Austria. Entre los botiflers más destacados estaban, además de Sureda, D. Antonio de Pueyo, D. Marco A. Cotoner, D. Francisco Montaner; mientras que del bando austrino destacaron: D. Francisco Sureda de Santmartí, D. Tomás Burgues-Zaforteza, D. Nicolás Truyols y otros miembros de linajes como los Dezcallar, los Bordils o los Berard. La participación conjunta de ambas facciones se explica por el hecho de que "no se había consumado todavía la división de la nobleza en dos bandos".

El Born se engalanó para la ocasión. En el jardín de la casa del marqués de Bellpuig, hoy Can Quint, se colocó un tablado, ricamente entoldado y tapizado de terciopelo y damascos, alfombras y estrado. Allí se colocaron el Virrey de Mallorca y el resto de autoridades. Muchos más miradores y balcones se decoraron para la ocasión. Bajo el estrado de las autoridades, la cofradía de Sant Jordi levantó una tienda de campaña coronada por un gran estandarte banco blasonado con la cruz roja, pieza heráldica del santo. A un lateral de la tienda tremolaba un estandarte cargado con un alcornoque, es decir, las armas del mantenedor. En dicha tienda se refrescarían los caballeros después de haber corrido sus lanzas. En la parte central del Born se colocó una valla y en ella se levantaron dos estafermos "para que de igual suerte se pudiesen correr las lanzas de una y otra parte". Sería muy largo de narrar toda la pompa y boato de la plaza: estandartes de vivos colores, entablados ricamente tapizados, flameantes cintas de colores, caballeros ataviados con relucientes arneses… y todo el perímetro del paseo repleto de gentío que aguardaba impaciente el inicio del espectáculo.

Mientras tanto, en el salón de la cofradía de Sant Jordi —que estaba en el convento franciscano— se reunieron los caballeros. De allí se dirigieron a la iglesia conventual, para sacar solemnemente el estandarte de Sant Jordi, configurando un lucidísimo paseo que acabó en el Born. Según cuenta Custurer: "Serían pues las onze y media del día quando se introdujeron en la plaza [el Born] los timbales con las vestas de la cofradía, seguían los ministriles […]. Entraron luego los Maestres de Campo, los doze cavalleros convidados para acompañar el estandarte de San Jorge, que iva en manos de Dn. Mateo Gual y Çanglada […]. Los caballeros ivan en hávito de corte, bandas rojas en el pecho, plumajes en sus cabezas y bastones blancos y colorados […] calzaban todos agraciadas botas con hermosas rodilleras, guarnecidas de primorosas puntas y picavan generosos cavallos con ricos aderezos bordados de hilo de oro y seda […] lanzas con hermosos reposteros de sus armas conducidos por algunos de sus lacayos y palafreneros…" Espectáculo en estado puro. Participaron 16 caballeros, que iban compareciendo, al galope, pegados a la valla central, lanza en ristre, que impactaban contra el estafermo y provocaban tal estruendo que se oía en toda la plaza.

Con la lista de participantes se puede comprobar que estaban representadas las principales Casas nobiliarias de la época: D. Juan Sureda, D. Gaspar Puigdorfila, D. Nicolás de Berga, D. Marco A. Cotoner; D. Juan Bordils; D. Marco A. Montaner; D. Pedro Net; D. Juan de Salas; D. Jorge Fortuny; D. Jorge Dameto, D. Antonio Doms, D. Fernando Gual, D. Antonio Pueyo o D. Nicolás Truyols. Al acabar el torneo, Custurer cuenta que "con este orden y luzimiento dieron todos un paseo por las principales calles de toda la ciudad, haziendo triunfar la gloria de nuestra monarca en el zelo y ostentación […] se condujeron entre vítores del pueblo al Combento (sic) de San Francisco […] hasta que se enarboló el estandarte de San Jorge en su puesto, en el presbiterio, con que dio fin a la fiesta".