Es cosa muy notable de la isla de Mallorca que no se ve en ella pobre alguno […] Entre las conversaciones y las risas de un paseo, no sobresale la lastimera cantinela del pordiosero que reclama un trozo de pan para acallar el hambre, o una moneda con el fin de comprar un trapo que cubra su desnudez […] Sin embargo en la isla hay pobres, hay huérfanos, hay viudas desgraciadas […] todos estos seres desventurados que en otros países divagan por las calles y caminos […] están en Mallorca recogidos en las casas de Misericordia". Estas palabras, escritas por Juan Cortada en su libro Viaje a la Isla de Mallorca en el estío de 1845, rebelan la situación en que se encontraban los ciudadanos más desvalidos de la Palma preturística, los cuales estaban acogidos en la Casa de Misericordia, actualmente propiedad del Consell de Mallorca.

La Casa de Misericordia fue una institución fundada por la Compañía de Jesús hacia 1565, aunque después pasaría a estar tutelada por los jurados de la ciudad y reino de Mallorca. En 1677 se trasladó "a una casa grande con huerto que se había adquirido al efecto a espaldas del Hospital Provincial y junto a los muros del baluarte del Sitjar". Aunque se tienen pocas noticias sobre esta casa, sabemos que durante el siglo XVIII presentaba un aspecto decrépito. Según Bartomeu Ferrà, esta institución estaba dirigida por un prior —sacerdote— y un celador o mayordomo —laico—. Ambos cargos estaban a cargo de los jurados de la ciudad. Esta situación cambió en 1849, cuando la institución pasó a depender de la Diputación Provincial.

En la década de 1820, ocupó el cargo de prior un sacerdote que daría un impulso decisivo a la Casa de Misericordia: don Antonio Batlle (o Balle). Cuando este sacerdote se hizo cargo de la institución se encontró con "una casa pequeña, vieja, ruinosa y poco a propósito para su objeto". Fue entonces cuando Batlle empezó a pedir dinero a personas pudientes, principalmente de la nobleza y terratenientes, con la intención de construir un nuevo edificio y atender las necesidades de los desvalidos, sobretodo en lo referente a la comida y la ropa. Juan Cortada conoció a Antonio Batlle del cual cuenta "está al frente de la casa hace veinte años, los pobres le aman y le bendicen, los ricos le elogian […] La grande obra que emprendió el señor Batlle no está concluida [recordemos que era el año 1845], pero sí muy adelantada. En el día se abrigan en la casa mil personas de los dos sexos y de todas las edades".

Para mejorar la financiación de la institución, Batlle organizó una serie de industrias para aumentar los réditos de la casa: calceta, telas de algodón de diferentes colores tejidas en treinta telares, horno y molino de yeso, espartería… Se consiguió que algunos de los jóvenes acogidos en la Misericordia fuesen colocados como aprendices en casas particulares. A pesar de estas considerables mejoras, la vida de estas personas no era nada fácil. Ferrà había oído contar que los pobres, apurados por el frío del crudo invierno, astillaban los retablos góticos, arrinconados en las dependencias de la Misericordia —provenían de los conventos exclaustrados durante la desamortización—, con el objeto de encender fuego para calentarse.

En cuanto a la construcción del edificio, de dimensiones nada desdeñables, se hace difícil discernir con claridad su desarrollo. Si uno observa un plano de Palma del siglo XVIII, identifica al viejo edificio de la Casa de Misericordia, erigido en el siglo anterior, ubicado entre las actuales calles del Bisbe Campins y Misericordia. Esta antigua casa no ocupaba ni la mitad del solar que luego ocuparía el nuevo edificio. Confrontaba con un terreno llamado es Camp Roig, el cual había servido de cementerio y en el cual había un pequeño oratorio. Este terreno se ocupó para extender las nuevas instalaciones de la Casa de la Misericordia. Para que el lector se sitúe, el Camp Roig ocupaba, más o menos, la mitad derecha del actual patio y las dependencias del ala que mira al Jardín Botánico.

La construcción del nuevo edificio se gestó a finales de la segunda década del siglo XIX y se dilató hasta los últimos años del mismo siglo. En general las obras de la Casa de Misericordia se puede dividir en dos grandes períodos: las fechas de 1817-1850 delimitarían el primero, mientras que el segundo correspondería a toda la segunda mitad del siglo XIX. El traspaso de la gestión a la Diputación Provincial en el año 1849, explica la división en estos dos períodos. En todo caso la construcción del nuevo edifico fue lenta y, en cierta manera, estuvo ligada a los proyectos de los solares colindantes, en un primer momento con el proyecto de remodelación del paseo de la Rambla y más tarde con el del Jardín Botánico.

En 1977, este lugar dejó de ser asilo de beneficencia para convertirse en sede de diferentes organismos del Consell de Mallorca: la Biblioteca de Cultura Artesana, el Centre Coordinador de Biblioteques, el Arxiu del So i de la Imatge o la Biblioteca Alemany, entre otros.