Se les llama plaza, no han perdido su categoría, pero en realidad son plazuelas. Como las de San Jerónimo y Santa Fe, ésta última escondida al ojo rápido y un tesoro si no tienes prisa. Un lujo esta antesala a la gran muralla, ahora que con la intervención del arquitecto Elías Torres en el Baluart del Príncep hemos redescubierto la belleza de las piedras.

En plena judería, en el Call, recibe el nombre de Calatrava, que aún guarda perfume de noche clandestina pese a las hábiles reformas que, en cierto modo, han desestructurado al barrio. Recuerda Fabián Montojo, creador de una útil página web sobre Palma y premiado recientemente por la Associació per a la Revitalització dels Centres Antics, (ARCA), cómo Josep Maria Quadrado puso el énfasis en un artículo sobre el origen árabe del nombre. Cala´atrahba, que significa castillo en la llanura donde algunos se sientan en la plaza de Santa Fe a tomarse un café con leche. O un "trifásico".

Cuenta Luisa Orfila, la propietaria del café de esta plazuela que no ha mudado nombre pero sí maquillaje y vestuario –lo regenta desde hace 4 años y ella y su marido le dieron un vuelco al antiguo café porque estaba "hecho un desastre"–, que un cliente habitual siempre les pide un "trifásico". No es otra cosa que un bocadillo de queso, salchichón, serrano y jamón york.

Por el bar se acodan obreros, "muchos, porque están con las obras de la muralla", funcionarios y turistas. Vecinos, "pocos", cuenta esta joven emprendedora que le ha echado valor a la crisis.

Su terraza, los domingos por la mañana, es el merecido descanso a seis días de pico y pala. Te puedes quedar embobado a través de los miradores de las fincas de cuatro plantas que miran a la plaza. O contemplar el nuevo sesgo religioso que tiene la iglesia de Santa Fe, quemada en 1936, antes de la guerra incivil. Salvó los muebles y perdió la fachada. Por eso sigue impertérrita ahora que es "iglesia grecolatina, ucraniana, bajo la advocación y patrocinio de la Madre de Dios". Es, como la plazuela, pequeña.

Si viras la mirada, te topas con una planta baja color siena que es oficina de un equipo de diseñadores de interiores especializados en iluminación, Control and Confort. Le da un aire al Raval, ahora que muchos barceloneses le han perdido el miedo a un barrio "sospechoso". Hoy se pagan miles de euros el metro cuadrado. Así son las cuentas de las ciudades. Palma también ha tenido su plusvalía en lo antiguo de la ciudad.

Una anciana se asoma al balcón cubiertas sus extremidades en una manta de cuadros. Prosigue en sus labores de tapizado el vecino del taller Montero. Un negro cruza la plazuela en bicicleta. Muy cerca, el pintor Enrique Irueste deja su impronta en un buzón de los de antes: una caja de madera, cuyos labios abiertos esperan Cartas, con caligrafía del pintor. A mano alzada, un dibujo de El hombre caminando, de Giacometti. Al italiano le habría gustado tomar un "trifásico" en Santa Fe.