Quienes no hayan admirado todavía el escaparate del Pas d´en Quint tienen una semana antes de que la familia Aguiló retire las miniaturas de pan y pastas reales, y las muñecas que trabajan en el tradicional horno de pan. Como muchos clientes les han dicho, la juguetería La Industrial vuelve a superarse una Navidad más. Por algo les han dado el premio al mejor escaparate de Palma.

—¿Cuántos premios van ya?

—Bastantes, más de una decena entre esta tienda y Arlequín, la que teníamos antiguamente en la calle Unió.

—¿La mejor publicidad para un comercio es su escaparate?

—Para nosotros sí. Meses antes de que lleguen las fiestas ya nos preguntan qué preparamos. Y después se nos cae la baba si nos dicen que les ha encantado. Nos da ánimos para seguir.

—¿Recuerda alguno que fuese especialmente impactante?

—En Arlequín hicimos uno que se comentó muchísimo. Eran los años 70. Reprodujimos una clase de monjas de aquellos tiempos, con dos niñas castigadas, una de rodillas y la otra con los brazos en cruz. También había una foto de Franco y otra de José Antonio. Otro que impactó mucho fue el inspirado en Pedro J. Ramírez cuando fue pillado en la cama con una prostituta. Pusimos un periodista que miraba por un agujero. No había nada explícito, pero hacía reflexionar.

—Eran escaparates críticos.

—Sí, porque siempre hemos sido muy liberales, aunque poniendo un poco de humor.

—Los de la tienda del Pas de´n Quint siempre tienen relación con la tradición mallorquina.

—Procuramos que así sea, ya que es lo que vivimos, lo que tenemos más cerca. Por ejemplo, un celler mallorquín, un día de matances, la plaza de Cort en Nochevieja o el horno de pan con ensaimadas, cocas y panades.

—Otra tradición de la tienda es la Mariquita Pérez. Una señora de unos 80 años se pasó media hora frente al estante en el que estaban y le dijo que no se iba a morir sin tener una. ¿Al final compró la muñeca?

—Claro que sí. Creíamos que la quería para una nieta, por lo que le aconsejamos varios modelos. Nos dijo: "¡pero si la quiero para mí!, toda la vida he querido tener una Mariquita Pérez".

—¿Antiguamente se vendían más cosas, aparte de juguetes?

—Aunque suene raro, se vendían coronas mortuorias. No eran de flores naturales, sino metálicas con flores de porcelana. No había día que no se vendiese alguna, y no sólo nosotros, otra juguetería de aquí cerca también. Después llegó el turismo y habilitamos un rincón con recuerdos de madera de oliveras, perlas de Manacor o muñecas vestidas de andaluza. Luego lo quitamos.

—¿El tren eléctrico equivalía a los actuales videojuegos?

—En cuanto a éxito, sí, aunque el tren eléctrico era un juguete más activo y participativo, había que montar la maqueta y ponía a prueba tu habilidad. Lo que hay ahora es mucho más pasivo, no hay más que ver a los niños todo el día frente a la pantalla.

—El día de Reyes apenas había niños en los parques.

—La vida ha cambiado mucho. Antes las madres estaban en casa siempre y podían dedicarse más a sus hijos. Yo no sé qué haría en estos tiempos. Sin ir más lejos, mis nietos hacen lo mismo, están siempre con la tele y eso que han tenido toda clase de juguetes a su disposición.