En 1277, cuando todavía no se había cumplido un año de su reinado, Jaime II, receloso de su poderoso hermano Pedro, se alió con su cuñado el conde Bernat Roger de Foix que, contando con el apoyo de los condes de Pallars y Urgell, y el vizconde Ramon Folch de Cardona, encabezaba una rebelión nobiliaria contra el rey de Aragón. Esta alianza estuvo a punto de provocar la guerra entre las dos coronas hermanas. La operación quedó paralizada al intervenir rápidamente Pedro de Aragón, que obligó al conde de Foix a aceptar sus condiciones. Esta situación dejó desamparado al rey de Mallorca que, consciente de su propia debilidad, se vio irremediablemente abocado a tener que entenderse con su hermano. Por otro lado, el rey de Aragón no desaprovecharía la ocasión y se mostraría implacable ante sus ansias de recuperar los territorios de su padre. Se fijó una entrevista entre ambos monarcas el 20 de enero de 1279, en el convento de Santo Domingo de Perpinyà. A la cita asistió la flor y nata de las dos Coronas. Bajo las bóvedas de los frailes predicadores se firmó el Tratado de Infeudación, en virtud del cual Jaime reconocía tener todos los territorios de la corona de Mallorca bajo el vasallaje de su hermano. Además, entre otras cláusulas, los reyes de Mallorca rendirían homenaje al rey de Aragón cuando fuesen requeridos. Ese día Jaime II de Mallorca perdió su soberanía. Al cabo de unos días tuvo lugar en la Ciudad de Mallorca, concretamente en la iglesia de Santa Eulàlia, una asamblea para elegir a los delegados especiales que tendrían que ir a jurar obediencia al rey de Aragón.

Pero no acabaron aquí las preocupaciones y problemas para Jaime II. Al conflicto con su hermano el rey Pedro también se había de añadir otro con el rey de Francia, sobretodo por las cuestiones jurisdiccionales en el señorío de Montpeller. La Reunión de Reyes, en Tolosa (1281) es uno de los momentos claves de este largo y complicado proceso. A dicha reunión asistieron el rey de Mallorca, el de Aragón, el de Francia y el rey de Nápoles y Sicilia. El resultado de aquel encuentro fue más bien desalentador, pues únicamente se definieron las actitudes de cada monarca, actitudes que no hacían sino presagiar un futuro oscuro.

Y así fue. Tras los sangrientos hechos de les vespres sicilianes (1282), la inmediata excomunión del rey Pedro y la reacción de Carlos de Valois –segundo hijo del rey de Francia– de querer invadir Cataluña, Jaime II se vio en una difícil tesitura. Según el pacto de infeudación debía ayudar a su hermano Pedro, pero, al mismo tiempo, el Papa había proclamado que los vasallos del rey excomulgado ya no le debían obediencia. Los emisarios del rey de Aragón no tardaron en presentarse ante el rey de Mallorca reclamando la obligada ayuda ante una posible ofensiva francesa. Al mismo tiempo, el rey de Francia procuraba buenas relaciones con el rey de Mallorca. Ante este escenario, y tras sopesar las fuerzas de ambos bandos –por un lado su hermano, y por el otro el rey Capeto y el Papa–, Jaime II se desplazó a Carcassona para encontrarse con el rey de Francia. Allí, en el estío de 1283 ambos monarcas se aliaron contra el rey de Aragón. De esta manera, el paso a Cataluña quedaba libre para las tropas francesas.

El rey de Francia reunió las tropas en las ciudades de Tolosa, Carcassona y Narbona. El poderoso ejército era como "de cent anys ençà la corona de França no havia ajustat". Mientras tanto, el rey Pedro, consciente de lo que estaba sucediendo, presto, reunió sus huestes y ocupó rápidamente el Conflent. Luego se paró frente a la ciudad de Perpinyà, lugar donde, en aquellos momentos, residía la familia real mallorquina. El rey de Aragón accedió sin dificultad a la ciudad y al palacio de los Reyes de Mallorca. Gracias a un túnel secreto, pudo escaparse el rey Jaime, que con dos escuderos se dirigió al castillo de la Roca, cerca de Argelers. Los tristes acontecimientos de Perpinyà tuvieron lugar durante el mes de abril de 1285.

El rey de Francia, junto con sus dos hijos, seguía implacable con sus intenciones de cruzar los Pirineos. Y lo consiguió, con la ayuda de Jaime II, a través de un estrecho collado, el Coll de la Maçana. Pero, ni el rey Felipe, ni el rey Jaime acertaron a la hora de mesurar las fuerzas del adversario. La resistencia de los catalanes en Girona permitió que las naves de Roger de Lloria llegasen a tiempo para infringir una dura derrota a la flota de Francia, con lo que se consiguió romper la comunicación y el suministro de víveres con la tropa terrestre. La derrota francesa fue absoluta. El cronista Desclot nos cuenta que "lo dany que els francesos prengueren no es podria dir bonament per escrit". Durante la caótica y desastrosa retirada, el rey de Francia cayó gravemente enfermo. Consiguió cruzar los Pirineos, pero encontró la muerte en Perpinyà. Junto a él se encontraban sus dos hijos y su aliado: el rey de Mallorca. Éste tenía motivos más que justificados para estar preocupado. Ahora su hermano no tendría piedad. Pero el rey Pedro encontró la muerte en Vilafranca del Penedès, cuando se dirigía al mar, a embarcarse con la finalidad de conquistar Mallorca. Sí lo hizo su hijo Alfonso, junto Roger de Lloria desembarcaron en la Porrassa y sin muchas dificultades ocuparon la isla. En enero de 1287, el ahora ya rey Alfonso, conquistó definitivamente Menorca a los sarracenos. Mientras tanto, Jaime II intentaba recuperar su Corona, pero todos sus intentos fracasaban. Mallorca estaba situada en medio de un conflicto entre Francia, Aragón, Nápoles y Sicilia, conflicto que podía desestabilizar el resto de Europa. De ello se percataba el nuevo y enérgico Papa, Bonifacio VIII, el cual tomó la iniciativa en el conflicto. En 1295 recibió en Anagni a embajadores de Felip, el Bello, de Carlos de Valois y del rey de Aragón, que seguía estando excomulgado. A partir de este encuentro se redactó un tratado en virtud del cual los reyes renunciaban a todas sus conquistas y pretensiones. En cuanto a las Balears, gracias a la intercesión del Papa, quedarían en la misma situación que en 1276, es decir, infeudadas al rey de Aragón, pero reinadas por Jaime II. El hollado rey de Mallorca aceptó con desagrado los términos del Tratado. En 1298, Jaime II juró vasallaje al rey de Aragón. Al fin el rey de Mallorca pudo reinar con cierta paz. Durante los últimos años de su vida – murió en 1311- trabajó sin descanso por su Corona. Nosotros hemos heredado parte de los frutos de ese esfuerzo: la Catedral, el castillo de Bellver, el palacio de Almudaina, el convento de San Francisco, Miramar…