Adiós al hostal Sayonara. Tras las fiestas navideñas, el edificio de El Terreno abandonado desde hace más de tres décadas dejará de ser un nido de ratas, suciedad y peligro para los vecinos, que ya en 1977 escribieron su primera carta al Ayuntamiento para que declarase el inmueble en ruina. Es un verdadero riesgo subir a las dos plantas superiores, porque el forjado apenas se aguanta. Sin embargo, parece que todavía hay un okupa en el segundo piso, ya que en una visita efectuada esta semana se comprobó que una de las habitaciones del viejo hostal estaba cerrada con un panel de contrachapado y un cartel en el que se podía leer: "ocupado". Su interior tenía una cama hecha, un sillón con un cojín y objetos personales. En aquel momento no había nadie, aunque la Policía Local y los Servicios Sociales de Cort tendrán que registrar este habitáculo para averiguar si allí vive alguien.

Por ahora parece que hasta los roedores se han marchado, tras la desratización efectuada por el consistorio la semana pasada. Dentro de 15 días repetirán el tratamiento para evitar la huida de los animales hacia las casas más próximas cuando comience la demolición. Después de Año Nuevo retirarán el amianto que queda en las canalizaciones y depósitos de agua. Ya sólo faltará traer la máquina con pinzas que se encargará de poner el punto y final a esta historia de dejación y degradación.

Basura y techos quemados

Nada más acceder por la calle Dos de Maig, se ve el destrozado interior. En una de las estancias más grandes, que posiblemente era la recepción y la sala de estar, el falso techo está totalmente quemado y algunas piezas se han caído. En el antiguo hostal se han producido diversos incendios causados por okupas tras hacer hogueras. Incluso crearon una especie de chimenea en uno de los dormitorios agujereando el forjado entre plantas. También han dejado su seña de identidad los grafiteros y en las paredes se pueden ver dibujos de cómics, marcianos, brazos esqueléticos, coronas y muchos nombres de quienes pisaron anteriormente el abandonado Sayonara.

Los escombros y, sobre todo, la basura se acumulan por doquier. Una de las pequeñas habitaciones de la antigua pensión parece un depósito de botellas de cerveza vacías. En las otras te encuentras colchones, trozos de sábanas y ropa, revistas y periódicos viejos –la portada de uno informa de la muerte de Lola Flores–, latas de conservas y miles de desperdicios. Tras el derribo, los escombros se aprovecharán para construir el parking en superficie previsto y el Sayonara dirá por fin adiós.