Algunos niños de la posguerra española pensaron que los negritos eran "del África tropical" y que eran muy dulces porque nada más abrir las latas de Cola Cao te entraban ganas de cantar: "Yo soy aquel negrito del África tropical". Más tarde, con esto de ser país pío y católico hasta el Catón pensamos –ya no éramos los niños de posguerra, sino que aprendíamos con fichas de la EGB– que los negritos se debían parecer a aquellas cabezas que paseábamos de puerta en puerta para limosnear a favor del Domund. Ocurre que, además en la sobrada isla de Mallorca, teníamos otro negrito que hasta hace dos días no ha salido del armario. No por palomo cojo, que es muy macho él, sino que literalmente estaba en un almacén, el de las oficinas de Café Rico, donde era custodiado como mascota y logo de la empresa mallorquina.

El hombre de negocios Antonio Fontanet lo compró en Alemania en 1959. No dudó, no sólo en traerlo a la isla, sino en convertirlo en marca de la casa. A sus 61 años, y tras deambular por ferias, el negrito hace compañía a la negrita de Cafés Llofriu. Mientras ella no para de contonear las caderas, él, tacita a tacita, le hace la corte.

A punto de cumplir el medio siglo, la negrita más famosa de Palma, con permiso de Concha Buika, sigue arrastrando sus caderas como puede. La pobre acusa los 50, aunque ¡qué suerte tienen algunas que a estas alturas del café le ha salido pretendiente! ¡Amor prenavideño, ya me dirán!

"Lo hemos traído por fiestas. Muchos nos conocen por la negrita. ¡La pobre anda medio lisiada con el traqueteo, y así ahora está acompañada!", cuenta Salvador Florit, gerente de la empresa.

No hay tiempo que perder porque el romance tiene sus días contados. Pasadas las fiestas de Navidad, calculan que a mediados de enero, la negrita volverá a estar sola en el escaparate de Cafés Llofriu.

Las dependientas y encargada del establecimiento, respectivamente, Juani Muñoz, María Carbonell y Josefina Albertos, aplauden la relación: "Le hemos buscado un amigo. Estaba muy sola", aseguran, mientras asciende el humo del café tostado que impregna toda la acera hasta alcanzar al vecino Mercat de l´Olivar. Ellas, con más de tres décadas a sus espaldas, algunas cuatro, conocen de sobra cada sacudida de los huesos de la negrita que, por no tener, no tiene ni nombre. O los tiene todos. "Hay días que la llamo Sofía", cuenta la dependienta María. "Cada día le ponemos uno nuevo", añade Salvador Florit.

Lo único que sí saben es la procedencia y la edad. Ella nació en París en 1961; él, en Alemania en 1949. Diez años más tarde, Fontanet constituyó la empresa Cafés Rico y eligió al negrito como emblema de la casa. Ella no ha corrido igual suerte. Llegó tarde. "Cafés Llofriu cuenta con el logo más antiguo de Mallorca, fechado en 1866", detalla Florit. Sin embargo, ella se ha ganado a golpe de cadera el reconocimiento de, al menos, dos generaciones. ¡No es poco en tiempos de memoria bit!

Sin nombre, con probada artritis, sin linajes, y negros los dos, se han encontrado como peces en una pecera. Desde el escaparate contemplan la vida cotidiana de las gentes que suben los peldaños del mercado como quien se peina y se echa colonia antes de salir de casa. No tienen nombre ni apellidos, son automátas, pero están a punto de vivir la historia de amor más torrefacta de Palma. Erri de Luca escribió que el olor a café bastaba para llenar una estancia. ¡Y qué bien acompaña!