En la fila 14 de cuadro 1 de la parte más antigua del cementerio de Palma se encuentra la tumba de un personaje importante: José Aymerich de Varas. Se trata de una zona en la que las tumbas se amontonan y casi no existen pasillos para los viandantes. Los primeros enterramientos son de los años veinte del siglo XIX. Carlos Garrido, en su interesantísima y elaborada Guia de passeig del cementeri de Palma, afirma que la lápida que nos interesa "no se lee con facilidad", aunque en ella se "escriben muchos de los méritos relacionados con la carrera de armas y se representa el escudo nobiliario" del finado.

El asesinato de José de Aymerich es uno de los casos que han quedado sin resolver en la historia del crimen en Palma. Le matan en 1841, al día siguiente de poner pie en tierra en la isla para ocupar un cargo militar. No es la primera vez que se encuentra destinado en Mallorca, entre 1828 y 1833 ya había sido capitán general del archipiélago. Debió dejar muchos enemigos en su primera etapa, porque, según todos los indicios, un grupo de oficiales no se resigna a estar de nuevo bajo sus órdenes y conspira para matarle.

Los confabulados pertenecen al parecer al Regimiento de Infantería de la Reina. La investigación acusa a varios militares progresistas de estar detrás del crimen, sin embargo, ninguno de ellos llega a ser condenado. El compló es un éxito tanto en la consecución de objetivo –eliminar a Aymerich– como en lograr la impunidad de los ejecutores e inspiradores.

No es un crimen cualquier el que queda sin culpable. José Aymerich de Varas, nacido en Cádiz en 1744, tenía una larga carrera militar y política, que había comenzado en la guerra contra los franceses, primero como cadete y posteriormente como oficial. El cargo más importante que ocupó es el de ministro de la Guerra entre julio de1824 y octubre de 1825 en el primer gobierno de Francisco Cea Bermúdez, aún en tiempos de Fernando VII.

El crimen de José Aymerich no es el de un individuo anónimo. Que no sean descubiertos los asesinos solo puede significar dos cosas: o que tienen las espaldas muy bien cubiertas o que la planificación es exquisita.