El veneno es el procedimiento favorito de las mujeres que eligen el camino del crimen. El Mediterráneo, en todas sus épocas, está lleno de casos. En Mallorca solo citaremos un ejemplo lejano: en 1496 fue ajusticiada la esposa –o ex esposa para hablar con propiedad– de Hug de Sant Joan, por el envenenamiento de su marido con arsénico que usaba para condimentar los huevos que le daba de comer.

Pero existe una historia reciente que cuenta con detalle Jeroni F. Fullana en su libro ´Crímenes y criminales en la isla de la Calma´. Se trata del caso conocido como el de la envenenadora de La Soledat. Entre 23 de diciembre de 1939 y el 19 de octubre de 1940 se producen una serie de cuatro muertes que los médicos atribuyen a causas como afecciones cardíacas, colapsos o hemorragias internas. Sin embargo, todos tiene un nexo común. Una mujer llamada Magdalena Castell, quien, tras ejercer como curandera, echadora de cartas y herbolaria, decide ampliar el negocio. Elabora un producto mezcla de harina, bario y arsénico –un veneno que encuentra con facilidad en el Ratil– y lo vende por 500 pesetas de la época a quienes quieran desprenderse de un ser poco querido.

Como intermediaria, o agente comercial del negocio, actúa Antonia Font, quien desde su sastrería canaliza a la clientela hacia la envenenadora. De esta forma caen un marido que interfería entre su esposa y el amante; otro al que la mujer que ejercía la prostitución quería mantener en la ignorancia; una suegra que pretendía dejar sin herencia a la nuera y un indiano que se hizo pasar por rico para casarse y era pobre de solemnidad.

Los rumores sobre el negocio de La Soledat llegan a oídos de la Guardia Civil, quien disfraza a uno de sus agentes de payés interesado en eliminar por la vía rápida a su mujer. El falso marido cierra el negocio en el domicilio de Magdalena en la calle Antoni Rosselló Nadal. Minutos después los guardias civiles entran en la casa y arrestan a la elaboradora de pócimas mortales. En su declaración implica a su cómplice y a otras cuatro mujeres que han utilizado sus eficientes servicios.

Magdalena Castell fue condenada inicialmente a muerte, aunque el Supremo rebajó la pena a 30 años por cada delito; sus clientas, a entre 25 y 30 años de prisión, y su socia, a 14 años.