Todavía recuerdo la muerte de aquel niño en el norte de la isla, malherido a dentelladas por un perro de los llamados peligrosos hace unos años. Aún veo también a su propietario llegar al lugar de los hechos diciendo: "Tengo seguro". Con personas así, que piensan que una indemnización repara la pérdida de un hijo de cuatro años arrebatado de la manera más horrible que imaginarse pueda, cualquier precaución es poca. Si ellos tienen un animal de compañía como quien posee un arma cargada y dispuesta a disparar sin venir a cuento, la sociedad debe dotarse de un buen escudo protector.

De manera que me alegro de que exista toda esa burocracia y una vigilancia policial intensa sobre quienes deciden poseer un animal de raza especialmente dura y que suponen un riesgo para la seguridad de los demás si no se les cuida de forma adecuada. Los accidentes existen, vale, pero una vez observadas las debidas garantías. No hablamos de peluches ni mucho menos.