Los últimos inquilinos de la possessió de Can Cànaves eran una pareja de okupas. Ahora el edificio se está mudando de arriba a abajo para convertirse en casal de barri y en biblioteca. La reforma firmada por los arquitectos Icíar Basterrechea, Sé Duch y Francesc Pizà ya enseña sus mejores galas tras catorce meses de obras. La rehabilitación de esta mansión del siglo XIX, que fue propiedad de la familia Feliu, era un proyecto de largo recorrido que ya paseó por varias legislaturas sin alcanzar un acuerdo hasta que el actual Consistorio licitó las obras de rehabilitación en agosto de 2008.

Los trabajos se han cimentado en la totalidad del edificio dejando las naves existentes y conservando la escalera que une las tres plantas. El coste de la reforma supera los 1.200 millones de euros alcanzados a través de la Ley de Capitalidad.

"Ha sido una obra muy agradecida porque el edificio es muy versátil", señala Pizà, aunque tal y como indica Sé Duch, "nos hemos llevado unas cuantas sorpresas". Cuando estaban trabajando en los muros interiores comprobaron cómo se deshacían como migas de pan, pero el susto mayor se lo llevaron al "comprobar que el muro central se caía. Tuvimos que poner un mallazo", precisa la arquitecta.

Protegido con categoría B, la estructura del inmueble no ha podido tocarse un ápice y se ha actuado en su interior hasta hacer del laberinto de habitaciones salas diáfanas que serán utilizadas por los vecinos de Secar de la Real. "Era una petición reiterada que aquí se hiciera un casal y que además contara con una biblioteca", comenta Cristina Díaz, gerente de la Empresa Municipal de Obras y Proyectos Urbanos (EMOC).

Para mantener los forjados se levantó la cubierta, cuyas vigas han sido sustituidas aunque "también se han aprovechado los materiales que estaban en buen estado", precisó Duch.

La que fuera residencia de veraneo de los Feliu mantiene parte de sus jardines, ahora ya de uso público tras la adquisición del Ayuntamiento. Desde lo alto del edificio se vislumbra la ciudad y las estribaciones de la serra de Tramuntana. Muy cerca, el nuevo hospital de Son Espases.

La urbanización de Es Secar ha provocado el traslado de población residente a una zona que hasta hace unos años convivía con el campo. Ahora, el giro de esta zona de la ciudad ha provocado la demanda de un nuevo uso para el que fuera casa de veraneo de una familia noble mallorquina y de la que se recuerdan los bailes que se organizaban en su planta superior.

"Lo destacable ha sido poder mantener el edificio, interesante por su dimensión", subraya Francesc Pizà. "Era una casa moderna, para disfrutar", apunta el arquitecto. La superficie construida alcanza los 1.300 metros cuadrados.

La reforma permitirá volver a utilizar las terrazas a las que se les ha añadido unas gradas, y en una de ellas se han situado pérgolas. Afuera, cimbreado por unos cipreses, se mantiene el antiguo pozo de la posesión.

En la reforma de este edificio "versátil", como describe Pizà, destaca la biblioteca. Dos mazos de pilares de madera refuerzan la pared central de esta amplia sala de 270 metros cuadrados. La luz llega a través de un lucernario.

A la espera de su inauguración, quedará por concluir la reforma de una de las estructuras de la planta baja que aguardan la definición de los usos que deberá tener en un futuro.