Ni John Ford habría desperdiciado semejante estampa. ¿Quién puede pedir más que ir a la eternidad presenciando un buen swing? ¿O aplaudir desde tu tumba al victorioso jugador que se ha marcado un sinfín de birdies? Palma, que no es Dublín ni Belfast, cuenta con un camposanto que mira cara a cara a un campo de golf, el de Son Quint. El cementerio de La Vileta, junto al de Génova, es el único parroquial de la ciudad, y se construyó en 1868. Entre sus tumbas, no son ajenas las inmundicias del siglo XXI. Conviven sin apenas molestarse, lápidas con basura como botellas de plástico. No faltan los mininos tan afines siempre a la vida de ultratumba. Uno de ellos debió quedar tan prendado del interior de un mausoleo que dió su último maullido entre muertos. Ahí ha quedado su esqueleto como un grafiti de huesos.

Este cementerio, y así lo cuenta Gaspar Valero en Els nom de Fora Porta, nació gracias a la donación de Josep Quint Safortesa i Togores, un carlista que obsequió a la parroquia estos terrenos de Son Quint. Mientras Isabell II quedaba apeada del trono, algunos de los ilustres de Palma y buena parte de los dueños de las grandes posesiones de la zona consignarían aquel terreno de Son Quint como su postrera morada. Es el caso de los Tous y los Sales de Son Quint. Así uno deambula entre nichos humildes y mausoleos de postín como el del empresario Ricard Roca, erigido por el arquitecto Francesc Roca, con escultura de Sebastià Alcover, que mirado de arriba a abajo acaba pareciéndose a las pirámides de Tikal en Guatemala, sobre todo si acaba de llover y le cae el llanto de una rama. La familia Truyols y los Sureda Verí también permanecen aquí, donde se escucha el trino de los pájaros y los swings de los golfistas. Un albañil eslavo pone escayola a la piedra caída de un nicho. Y el mausoleo de la Familia Roca ha perdido una de las esculturas zoomorfas que remataban el final de su escalera.

Una hiedra ha devorado literalmente donde descansa E. España González y familia. Muy cerca, los vestigios de Francia, porque si algo regalan las necrópolis son alas para volar y literatura. ¿Quién fue un tal Jacques Marie Boutroux nacido en Pont de Gennes, cuyos restos reposan en La Vileta desde 1915?, ¿qué le pudo suceder a Ruggero Montalto que, nacido en 1936, no superó las tres décadas?

Junto al muro de entrada del camposanto permanecen las tumbas más antiguas, unas con dedicatorias tan parcas como "Jaume y Julia, sin más" o aquellas que se limitan a dejar constancia de la propiedad del hoyo con el nombre de los enterrados seguido de un escueto "y los suyos".

No faltan en este pequeño y hermoso cementerio las huellas del paso literario. En él están enterrados el escritor y fundador de la Societat Arqueològica Lul·liana Bartomeu Ferrà Perelló y su hijo, también escritor y perteneciente a la Escola Mallorquina de poesía, Miquel Ferrà. El que fuera archivero del Ayuntamiento de Palma y autor de diversas obras de teatro costumbrista, Josep M. Tous i Maroto también reposa escuchando el swing. Como el resto de que pasaron a la otra vida.