El baobab es el árbol sagrado en Senegal. Bajo sus ramas se guarecen los niños para escuchar los cuentos de los viejos sabios. Sain-Exupery escogió el árbol sagrado para hacerle aprender al Principito una lección de ecología, aunque convierta las semillas del baobab en peligrosas. En Palma tenemos un Baobab, bajo cuyo ramaje se acoplan libros. Para niños y jóvenes que encuentran en la lectura un placer que crea adicción. Toni Fernández, guiado por su afición incondicional a la lectura "desde que era bien pequeño", rinde homenaje al celebérrimo texto del escritor y piloto francés. De ahí que las semillas del Baobab hayan sido sembradas en la calle Fiol, donde él y Cati Marqués abrieron librería a finales de 2006.

"Faltaba una librería dedicada a niños y jóvenes. Mi ilusión siempre fue estar al frente de una porque qué mas puede pedir alguien a quien le gusta leer", apunta Fernández.

Frecuentado por profesores que suelen hacer sus pedidos para el nuevo curso escolar –"aunque en el último año, un poco menos"–, puntualiza, también se detienen los críos acompañados por sus padres.

Una decepción sí se ha llevado el librero: "Creía que vendrían más adolescentes. No sé, yo a su edad leía un montón, y pensé que seguiría ocurriendo lo mismo. Al final, he disminuido los ejemplares de literatura juvenil y aumentado los infantiles", cuenta. Sólo los hitos como Harry Potter o la saga Crepúsculo les acerca a Baobab.

Otro detalle, fundamental porque por sus vitrinas les conoceréis, son es su escaparate. Ahí es donde pone la cuchara Cati Marqués. Recrea, según la estación del año, escenarios atractivos a partir de personajes hechos con plastilina. Un mar con un caballito de mar, estrellas, pulpos y peces funambulistas es el de la temporada. La pasada Navidad montó un Belén donde los Reyes Magos eran el pato Donald, Mickey Mouse y Pluto, acompañados por Peter Pan, Caperucita Roja, el Gato con botas y otros personajes de cuentos clásicos. "Ella imparte talleres de plastilina tras la lectura de cuentos", comenta su pareja.

No falta en las paredes un Principito a gran escala. "Se sigue vendiendo ¡y mucho! Claro que yo les hablo de él porque siempre me fascinó este libro", reconoce el librero.

Frente al horno, muy cerca de la animada plaza den Coll, esta librería apenas requirió una reforma que dejó la pared de marés vista. A ella acuden mayores para regalar a los pequeños, y pequeños para seguir siéndolo.