El escaparate convertido en reclamo con miras artísticas. Una estampa de playa congelada: dos maniquíes en bikini y pareo, a sus pies, A la búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, una rueda de flotador enorme, una excavadora de juguete y poco más. A la Costa de la Pols ha llegado un nuevo inquilino, que ha tomado asiento, sin embargo, en uno de los emblemáticos de la ciudad, el Mari-Lin, o como se le conocía popularmente, Es Saldos. Cuando la pequeña tienda de telas, uniformes y lencería esquinaba con Arabí, –y aún lo hace–, las madres de aquella ciudad de provincia de posguerra surtían a la prole con las enaguas y los calzones adquiridos a buen precio en Es Saldos, donde al parecer se inició en el gremio un empresario audaz, Miquel Rosselló Xamena, fundador de Roxa. Así lo cuenta Pepe Rubio, anticuario y marchante, actual propietario del local que es gestionado por Verónica Arteta y Juan Antonio Arranz.

Ni la una ni el otro buscan hacer de este nuevo Mari-Lin, Café Creacions, un negocio de pingües beneficios. "Su idea es reinvertir los beneficios en proyección cultural", señala Javier Vellé, diseñador gráfico y colaborador que conoce al dedillo los entresijos por haber participado en el parto desde casi la primera semana de gestación de este nuevo espacio de Ciutat, cuya reforma rubrica Rafel Balaguer. "Su vocación es la de ser un café referencial, inspirado en el Central y en el Niágara, y a la vez recuperar el espíritu contracultural que se dio en la Palma de los años 80", apunta Vellé.

Entre sus ideas, algunas de ellas por definir, albergar exposiciones temporales en los bajos del local y hacer del escaparate un espacio de instalaciones efímeras. A través de la página web, se hará una convocatoria con las indicaciones precisas para todo aquel que quiera presentar sus propuestas.

Ahora queda superar el inicio de bostezo –agosto no es la mejor fecha para darse un festín urbano–, y agarrar el toro por los cuernos. En unas semanas mostrará sus fotografías analógicas en blanco y negro Marina Molada, que a su vez, atiende el bar por turnos. Como la actriz Laura Dalmau quien se consuela "porque ¡Stallone también empezó sirviendo copas en un bar!"

Esa calle de subida y bajada, en una Costa que muchos recordamos por ser donde comprábamos los libros del colegio en Fontdevila, apunta alto. Los dueños de algunos negocios, L´Antiquari, Biblioteca de Babel, Punt 68, Tolo Crespí, ya barruntan proyectos comunes para hacer de la calle un lugar de encuentro, aunque sea a contrapié por aquello de ser cuesta.