Vicenç Bonet abrió su propio negocio de pieles en 1955. Lo llamó Curtidos España. Aprendió el oficio viajando por la isla. "Le puso ese nombre porque España es más grande que Mallorca", cuenta su hijo Joan Bonet. Él, junto a sus hermanos Xisco y Vicenç, mantienen Curtidos Bonet. Sólo Joan ha permanecido en el centro antiguo de la ciudad: en el origen. Al lado de la Quartera, foco tradicional de curtidores de pieles.

"Me gusta estar aquí. Es la parte de la ciudad donde me siento a gusto. Tras 20 años de degeneración intencionada para especular con el barrio, ahora recupera aquel aire mediterráneo. Quiero venir a vivir aquí", señala. Una reforma en el edificio donde su padre montó aquellos Curtidos España le permitirá vivir entre pieles. O al menos, en el recuerdo de un escaparate que siempre atrajo al Rey y donde la actriz Christine Kaufmann fue cliente habitual.

–¿Le gustaban las pieles a Don Juan Carlos?

–Nunca entró en la tienda, pero siempre nos saludaba tras mirar un rato el escaparate con las alfombras de pieles de animales. Él salía de la consulta del médico Enseñat, donde iba a hacerse revisiones cuando estaba en Mallorca, y como está al lado del negocio, se paraba y luego nos saludaba.

–Sólo quedan ustedes en la zona. ¿Los últimos de Filipinas del cuero?

–(Ríe) No sé si lo somos, pero está claro que si en la Quartera había once negocios, sólo quedamos nosotros. El oficio está condenado a desaparecer. ¿Quién se encarga zapatos a mano hoy en día? Sólo los de ortopedia o los sibaritas. ¿Quién los hace? Apenas dos o tres zapateros.

–Curtits Bonet ha ampliado el negocio. ¿Sólo en este local en la calle Hostals mantiene su sello originario?

–Hay que evolucionar. Hemos ampliado a tapicería porque ahora interesa mucho el mueble tapizado de piel. Es un clásico que ha vuelto, sobre todo los sofás chester. Suministramos mucho material a los rápidos del calzado. Vendemos desde un clavo a una alfombra bien curtida de piel. Mis hermanos están en el polígono en Inca, y yo aquí donde despacho a minoristas, entre pedidos al por mayor, ¡pero esto no es un bar al que puede venir cualquiera a servirse!

–Desde aquellos Curtidos España a los actuales Bonet, más de medio siglo de diferencia. ¿Qué les queda del origen?

–Poco. Hazte una idea: mi padre vivió el boom de los hippies, que nos compraban piel para hacer sus bolsos de cuero que luego vendían en los mercadillos de Formentera e Eivissa. Recuerdo sobre todo a un gran artesano de Córdoba, Argentina. Fue una época gloriosa. Hoy todo se compra procedente de la India. Mi padre vendía baúles, hechos por Beltrán. ¿Quién viaja hoy con esos baúles

–¿Dónde compran la piel?

–Antes en los mataderos. Las llevábamos a curtir al Molinar. Hoy lo hacemos todo en Cataluña.

–Usted ha sido actor...

–Y lo sigo siendo. Ese es mi oficio, sólo que lo dejé, hace tres años, cansado de tanta burocracia y pegas. Siempre trabajé por mi cuenta y así pude ir al baile con quien quise: Xesc Forteza (Orquestra de Senyoretes), con Estudi Zero, Pere Noguera, en el Teatre Principal y Taula Rodona.

–¿Vender es una manera de hacer teatro?

–Sí, evidentemente. Estar ante un mostrador te enseña mucho. He aprendido mirando a los clientes. Yo quise aprender a hacer zapatos a medida, pero es un oficio muy difícil.

–¿China les apartará del mercado?

–Claro que notamos la competencia, pero creo que aún hay lugar para aquel que prefiere calzar zapatos de piel. Mallorca ha de recuperar la industria del calzado medio.

–¿Lo primero que mira de una persona es su piel o sus zapatos?

–¡No soporto que los hombres lleven los zapatos sucios!