Un hombre de raza negra dentro de una señal de prohibido. La señal racista no puede ser más explícita. Dentro de la advertencia se incluye toda una relación de objetos que no se admiten: relojes, sombreros, colgantes, muñecos. En mitad de todos ellos, la imagen de un hombre de tez oscura se encuentra tachada.

La calle de la Cerveza, en pleno Balneario 6 de la Platja de Palma, se ha convertido estos días en una auténtica olla a presión. Según apuntan vecinos y comerciantes, algunos clientes repartieron estas imágenes sobre algunas mesas para disuadir a los vendedores africanos de acercarse a su mesa a practicar la venta ambulante.

En las últimas semanas, el número de comerciantes que protestan por la venta ambulante va en aumento. Africanos, la inmensa mayoría de origen senegalés, tratan de vender múltiples artículos a los clientes de los comercios y cervecerías. El corto tramo de la calle de la cerveza se ha convertido en un continuo ir y venir de vendedores.

Frente al reparto de estos carteles, encargados y camareros de los establecimientos de la calle han optado por retirarlos de la circulación. "Los repartieron aquí, pero eran de contenido racista y los retiramos", apunta el encargado de cuatro establecimientos de la concurrida calle.

Tonino, propietario de la cervecería Die Weisse Taube (la blanca paloma) recuerda como, hace unos días, un grupo cubrió las mesas con estos carteles. "Los trajeron ellos y los colocaron sobre las mesas", recuerda.

La mayoría de los locales han sido cautos y se han limitado a colocar escuetos carteles en la puerta. "Prohibida la venta ambulante", reza el letrero. En las terrazas es bien distinto. El trasiego de vendedores ambulantes es constante.

Más vendedores con la crisis

La crisis ha multiplicado el número de subsaharianos que venden todo tipo de bisutería y artículos inclasificables. La coexistencia de los vendedores ambulantes con los turistas se ha trastocado este año. Hasta el punto de que algunos turistas han confeccionados los polémicos carteles xenófobos.

Las patrullas de la Policía Local constituyen el mayor enemigo de los vendedores ambulantes. El principal escollo que tienen que salvar es que no les sorprendan in fraganti mientras venden sus objetos. Corren el riesgo de que los agentes les requisen toda la mercancía y les incoen un acta administrativa sancionadora.

Al caer la noche, las terrazas de la calle de la Cerveza empiezan a poblarse de gente. Decenas de vendedores ambulantes no tardan en aparecer por esta calle. La densidad se agudiza mucho más en este punto del Balneario 6.

"Llegan a pasar cada uno hasta 20 veces por una misma mesa. No todos los turistas tienen el mismo aguante", recalca el dueño de La Blanca Paloma.

La tensión por la captura del cliente esta temporada es mucho mayor que en anteriores en la calle de la Cerveza. El turista no ha venido con los bolsillos tan repletos como otros años. Los vendedores ambulantes tratan de dar salida a duras penas a su mercancía con escaso éxito.

"La Policía Local no puede hacer nada. Están atados de pies y manos", protesta el encargado de varias cervecerías de la zona. "Los políticos son los que tienen que arreglar este problema·, reclama el responsable de los establecimientos.

A medida que pasan las horas, la calle de la cerveza se encuentra casi repleta. El contraste se agudiza. Turistas y vendedores ambulantes se encuentran prácticamente a la par. El recelo se ha instalado entre ambos bandos ante los vendedores más insistentes. Sólo la aparición por sorpresa de la Policía Local en este punto provoca la desbandada.