Son Sant Joan está de aniversario. Entre la crisis de las cenizas del volcán de nombre impronunciable y la presentación en sociedad de las instalaciones del hub, el edificio de interconexión de vuelos de Air Berlin, está a punto de cumplir 50 años como aeropuerto comercial de Mallorca. Estamos tan acostumbrados a tomar el avión que ha tenido que golpearnos la debacle volcánica para recordarnos nuestra dependencia económica y vital de las conexiones aéreas.

Son Sant Joan fue inaugurado oficialmente el 18 de julio –los maduros sabrán por qué– de 1960, aunque desde hacía unos meses había sustituido a Son Bonet como aglutinador de un tráfico aéreo creciente, pero incomparablemente menor del actual. Aquel año poco más de 600.000 viajeros subieron a un avión para entrar o salir de la isla. Dos años después se alcanzó el millón de pasajeros. En la actualidad se rondan los veinte.

Las instalaciones se han adaptado al volumen de pasajeros y a los cambios en la forma de volar. Primero fueron unas instalaciones provisionales, prácticamente barracones, en las que los amigos y familiares acompañaban a los viajeros prácticamente hasta la escalerilla del avión. La pista fue alargada y se construyó una de rodadura. En 1966 se levantó la que hoy se denomina Terminal A y en 1972, la desaparecida Terminal B. En 1993, y con proyecto de Pere Nicolau, se acometió una reforma total de las instalaciones. El plan del arquitecto se ha ido desvirtuando con el paso de los años. No se ha sembrado el jardín que debía humanizar Son Sant Joan y unirlo mediante un bucólico paseo con la zona turística de Can Pastilla. Tampoco se ha construido el edificio de servicios que debía rodear el aparcamiento. La configuración de las pasarelas de embarque, que rodeaban todo el edificio terminal, se ha desvirtuado con la construcción de módulos específicos como el destinado a los vuelos interislas o el del hub que el miércoles fue presentado a las autoridades y empresas del sector.

Son Sant Joan no es quizás el aeropuerto más apropiado para un destino turístico como Mallorca. Sin embargo, cincuenta años después de su inauguración continúa siendo vital para los intereses de la ciudad y de la isla. La reciente crisis acaba de recordárnoslo.