Esta semana se ha presentado la restauración de los restos medievales de la calle Pólvora, adyacentes al baluarte de Sant Pere, entre los que destacan los restos de la puerta medieval de Portopí y los vestigios de la casa de armas que la flanqueaba. La evolución de este extremo de la ciudad antigua nos ayuda a entender la historia urbana de Palma.

Cuando a finales del siglo XI, los musulmanes de Medina Mayurqa decidieron construir un nuevo recinto amurallado con el fin de ampliar considerablemente la Palma romana, colonizaron la parte occidental del torrente de la Riera, incluyendo un promontorio, que desde el siglo XIII sería conocido como el Puig de Sant Pere. En esta parte occidental de la Riera, la nueva muralla musulmana no llegaba hasta el mar, cosa que sí pasaba en la parte alta de la ciudad (del palacio de Almudaina hasta el actual baluarte del Príncep). De esa época se conserva la puerta que hoy conocemos con el nombre de la Gabella de la Sal, que comunica la calle del Mar con la plaza de la Reina. Por tanto, el extenso solar que queda enmarcado entre las actuales calles del Mar y Apuntadors, ascendiendo hasta la parte trasera de la calle de Sant Pere hacia el mar, durante la dominación musulmana fue una zona extramuros, un gran espacio abierto entre el mar y la ciudad. Esta zona —que a partir de 1229 fue denominada como Ribera de Mar— era atravesada de este a oeste por el camino de Portopí, camino que durante siglos había comunicado la ciudad con el puerto natural. Allí también se ubicaron las nuevas atarazanas musulmanas que en época cristiana seguirían siendo utilizadas y de las cuales conservamos el topónimo.

Seguramente, si se desmontasen las casas de la parte meridional de la calle Apuntadors, todavía se encontrarían los restos de esa muralla musulmana que remontaba hasta los restos que ahora se han restaurado adosados al baluarte de Sant Pere. Este perímetro amurallado persistió aproximadamente hasta el año 1300, momento en que Jaime II inició una política de reordenación urbana que se conoce como las Ordinacions. Fue entonces cuando se decidió adelantar la muralla hasta el borde del mar y, lo que hasta aquel momento había sido el camino de Portopí, se convirtió en la calle de Sant Pere. En su parte más alta se construyó una puerta para poder seguir utilizando el viejo camino que unía la ciudad con el puerto natural de Portopí. Por otro lado, el lienzo de muralla musulmana que arrancaba desde la puerta de la Gabella de la Sal y ascendía por el Puig de Sant Pere perdió su función defensiva, por lo que poco a poco fue siendo engullida por las nuevas viviendas que sobre ella se fueron construyendo. Los restos arquitectónicos medievales que se acaban de restaurar estos días no son sino vestigios de aquel proceso urbanizador, es decir, restos de la antigua muralla y restos de aquellas viviendas medievales construidas a partir del siglo XIV. Se dice que entre estos restos se encuentra una torre perteneciente a la muralla musulmana, pero tanto los datos arqueológicos como los documentales apuntan más bien a que se trataría de la antigua casa de armas que flanqueaba la puerta de Portopí.

Esta puerta, que también se conoció como puerta de Santa Catalina, se articulaba a partir de un arco de medio punto dovelado, en la parte del mar flanqueada por una poderosa torre —desaparecida— que se puede ver en algunas pinturas del siglo XVII en donde se representa la fachada marítima de Palma. Esa torre fue utilizada durante mucho tiempo como almacén de pólvora. Ello explica el topónimo de la calle colindante. Esta esquina de la puerta de Portopí fue desfigurada a partir de la construcción de la muralla de los baluartes. El primero en construirse fue el de Sant Pere y, como sucedió con la mayoría de puertas medievales, la de Portopí quedó cegada por el baluarte. En su lugar se construyó una nueva puerta, ubicada en la actual plaza de Santa Catalina, el puente de la cual todavía se conserva.

Las pinturas que representan escudos medievales halladas en el lienzo de la muralla medieval son de considerable interés. Por su traza y diseño no cabe duda que fueron realizadas en el siglo XIV. Las originales se conservan depositadas en el castillo de Bellver, mientras que en el lugar del hallazgo se realizaron unas réplicas en cemento, las cuales no reproducen los colores de las originales. Se trata de un friso corrido en el que se alternan tres escudos distintos de diferentes tamaños. El más grande está cargado con las armas del rey de Aragón. El segundo y tercer escudo llevan cargadas las armas de algún linaje que no se acaba de identificar, aunque no es aventurado pensar en el nombre de alguna reina. Por tanto, las dimensiones de los escudos responderían a una representación jerárquica: primero el escudo del rey; el segundo, el linaje al cual pertenece la reina; y el tercero —el más pequeño—, las armas personales de la reina.

En definitiva, nos encontramos ante los restos de la muralla musulmana del siglo XI, los restos de la antigua puerta de Portopí, con su casa de armas adyacente y, como telón de fondo, el majestuoso baluarte de Sant Pere, vigía privilegiado de la bahía de Palma. Con todo ello, se ha recuperado una parte de la memoria milenaria de la Ciudad.