Las piedras remueven el pasado. El monumento levantado en sa Feixina, y que fuera repudiado estilísticamente por algunos arquitectos de la época, vuelve a estar en la boca de unos y otros. Otra vez, dos bandos. Los que quieren derribarlo porque es una ofensa a la Memoria Histórica al exaltar un símbolo de la represión de la guerra civil. Frente a ellos, los que consideran que es un recuerdo a las víctimas, al margen de cualquier simbología fascista. Insisten, sobre todo, los familiares de los que sobrevivieron a los cañonazos del Lepanto.

Isabel Vallés, la nuera de Benito Veny Lliteras, un mallorquín de Porreres, encargado de avituallamiento del Baleares, tenía 22 años cuando el buque se hundió aquel 6 de marzo de 1937. Podría tener una opinión escindida ya que a su padre, Antoni Vallés Puigserver, de Muro, la Guerra Civil le pilló en Cartagena haciendo el servicio militar.

"Ni el uno ni el otro eran afines a Franco. ¡Si eran gente de campo. Mi suegro guardaba cerdos cuando tenía 7 años, y mi padre era payés en Muro! Se hicieron muy buenos amigos. Estuvieron en bandos enfrentados, pero no eligieron ellos. Les pilló así", comenta Isabel Vallés.

Ella pide, en una carta enviada a este diario, que "no se quite el monumento de sa Feixina que recuerda a las víctimas y a los supervivientes. Mucha gente dio dinero para recordar a sus hijos, novios y amigos. Si a mi padre nunca le molestó, no entiendo que lo quieran derribar".

Añade: "Si quieren, que pongan una inscripción que explique la historia real, dejando claro que aquellos chicos no eran ni fascistas ni querían la guerra".