Las reliquias, aunque su veneración esté permitida por el Concilio de Trento, forman parte del folclore más que de la religión. Su simple enumeración o las historias y tradiciones que se asocian a ellas son más divertidas que la mayoría de humoristas. Algunos ejemplos: Existen al menos dos santos prepucios del Niño Jesús, uno en San Juan de Letrán, en Roma, y otro en la abadía francesa de Charroux. También se contabilizan dos lanzas con las que Longino atravesó el costado del Crucificado, dos mesas en las que celebró la Última Cena y 27 clavos de los usados en la Cruz. Se conservan al menos 800 espinas, algunas de ellas en Palma, de la corona con la que Cristo fue martirizado camino del Calvario...

Sant Sebastià, el santo patrón de Palma al que hoy celebramos, fue asaeteado, recogido y curado por Irene. Martirizado de nuevo, el emperador ordenó arrojarle a una cloaca. Santa Lucía supo por una visión el lugar donde estaba el cadáver. Rescatado por los cristianos, fue enterrado en las catacumbas de la Vía Apia.

De este cuerpo magullado se han extraído reliquias que hoy en día se reparten, sin ánimo de ser exhaustivos, por San Sebastián de los Reyes, Tafalla, Cajamarca (Perú), Vinaroz, Morvan (Francia), Málaga, Solsona y, por supuesto, la catedral de Mallorca.

En la Seu se muestra un fragmento del brazo del santo que se conserva en un relicario del siglo XVI elaborado en plata y madera. El arzobispo Josep Miralles estudió los orígenes de la reliquia. Un sacerdote griego la desembarcó en la isla en el año de Nuestro Señor de 1523. Su presencia fue, nunca mejor dicho, mano de santo, y la peste que en estas fechas azotaba a la población acabó de repente.

El cura decidió reemprender el camino con los restos del mártir a cuestas, pero –¡maravilloso prodigio!– el barco no pudo zarpar. Una y otra vez lo intentó, una tras otra fracasó como si estuviera amarrado a las mismísimas columnas de Hércules. Hasta los más obtusos comprendieron que la voluntad de Sebastià, el santo, era quedarse en la isla y convertirse en un turista avant la lettre. El portador del hueso, de nombre Emmanuel Suriavisqui, permaneció también en Mallorca y fue premiado con una canongía por el Capítulo de la catedral. No en vano reliquias y pingües negocios han estado unidos desde hace siglos.