La anhelada apertura de Costa den Brossa tuvo ayer un efecto desigual. Algunos vecinos tuvieron la fortuna de volver a su casa. A otros, en cambio, les tocó esperar. Otro tanto ocurrió con los numerosos comerciantes que se concentran en pocos metros. Algunos pudieron abrir sus puertas de sus comercios sin mayores complicaciones. Otros aguardaron hasta obtener el beneplácito municipal.

Heather Arnold era ayer una de las vecinas más afectadas. Cuando le comunicaron que, por fin, podía volver a su casa, se encontró con que el paso se encontraba terminantemente prohibido. "No sé por qué abren la calle al público y yo no puedo entrar en casa. Si hay peligro, lo hay para todos", se lamentaba sin obtener respuesta.

Comerciantes y vecinos tenían ayer avidez de información. Todos querían saber si podían volver a la vida cotidiana sin estar mirando permanentemente sobre su cabeza. Así, a Ana Siles le comunicaron que podía volver a su casa. Un precinto se lo impedía. Tuvo que llamar a la Policía Local para que un agente se lo retirara de la puerta de su casa.

Por lo que respecta a los comercios, Arantxa Casanova pudo abrir su tienda Órbita con normalidad. El empresario Pedro Mesquida tuvo que llamar para que se lo permitieran.