Con 115 años, es una de las pocas instituciones de finales del siglo XIX que todavía se mantienen en pie. Cuando fue creada, la barriada de Santa Catalina era un hervidero de fábricas de calzado, tejidos, cemento, rajoles, bordados y cremalleras, y albergaba incluso tres salas de cine y el teatro Victòria. Casi todo eso pasado ha pasado a la historia, y el cambio tuvo un testigo que supo resistir el paso el tiempo: la sociedad de socorro mutuo Montepío Previsión del Arrabal.

El local que ocupa desde hace 115 años en la calle Fábrica, en Santa Catalina, es un clásico de esta barriada que originalmente fue periférica, obrera y de pescadores. Pero si nada lo remedia, los cerca de 300 socios del Montepío deberán abandonar dicho local el 1 de enero de 2010, pues finaliza el contrato de arrendamiento. Sin medios ni ayudas, su junta directiva ve muy cerca el fin de esta centenaria institución.

"Si los propietarios se pusieran a pensar, por un momento, que llevamos tantos años aquí sin fallarles nunca y que este lugar es nuestra vida, yo creo que harían el esfuerzo de renovarnos el contrato por otros cuatro años más. Porque eso es todo lo que pedimos, cuatro o cinco años más, porque yo soy el más joven de la junta directiva y tengo 72 años, así que somos conscientes de que después de nosotros nadie más cogerá el testigo, pues no hay gente joven", asegura a DIARIO de MALLORCA Pedro Palmer, secretario de la directiva.

No obstante, pese al panorama que no invita al optimismo, Palmer dice que aún tienen "esperanzas de que todo se arregle": "Aquí somos como una gran familia donde nos apoyamos y nos arropamos mutuamente, y después de tantos años hemos aprendido a resistir y a ser optimistas. Yo ya llevo 56 años en la junta directiva y tener que irnos a otro local no sería lo mismo para nosotros, pues éste tiene en él toda nuestra historia, el Montepío está aquí. Además, este es un edificio emblemático y desde el punto de vista arquitectónico quedan pocos como él".

Por eso, no duda en afirmar que "el Montepío del Arrabal es patrimonio de Santa Catalina, de Palma y de Mallorca; mucha gente lo conoce porque tiene mucha solera".

Nació en la época en la que no había Seguridad Social y, como todas las instituciones de socorro mutuo, ofrecía a los trabajadores "mecanismos de autodefensa". "Teníamos un médico, un practicante, una comadrona y hasta una sepultura común para todos los socios –recuerda Pedro Palmer–. Llegó a tener 4.000, que pagaban tres pesetas al mes".

Hoy, sus prestaciones son distintas pero igual de importantes: además del coro que ya ha grabado dos discos y de las diversas actividades culturales que ofrece, como el baile de salón, es un punto de encuentro "de personas que si no están enfermas o de viaje, cada día vienen aquí porque hay una vida social muy rica". De hecho, Palmer subraya: "Si pasan tres o cuatro días sin que venga alguien, vamos a buscarle a su casa a ver si está enfermo o le pasa algo. Aquí somos todos amigos, todo el mundo se preocupa por el otro".

Además del eventual abandono del local en sí, otra cosa que les preocupa a los socios es qué harán por ejemplo con los muebles centenarios que hay en el lugar, por no hablar de las mesas, las sillas, la barra del bar que rememora otros tiempos... "Si los propietarios nos dejaran quedarnos aquí otros cuatro o cinco años más, podríamos ir desmantelando el local poco a poco, con el cariño y respeto que se merece este lugar", dice el secretario de la junta directiva del Montepío del Arrabal, muy emocionado.