Los relojes de sol abundan en Palma y son una maravilla del ingenio humano, capaz de sacar provecho de la naturaleza, pero también de mejorarla con su capacidad artística. Los gnomonistas –por el gnomon o varilla que proyecta la sombra– concibieron los más modestos, a veces también los más antiguos, con unas sencillas rayas de color rojo pintadas con almagre en las fachadas. Los más complejos abundan sobre todo en el paseo marítimo y son obra de este gran experto y ex director del puerto palmesano que es Rafel Soler. Cada pieza ideada por este ingeniero es una obra de arte contemporáneo.

Entre unos y otros hay una etapa intermedia –finales del siglo XIX y primeras décadas del XX–, en la que los relojes de sol palmesanos se hacen más complejos y están integrados en esculturas academicistas o modernistas.

Dos ejemplos. Uno es el de la plaza de Santa Eulàlia, con la tétrica inscripción "cada hora fer, sa darrera mata". Otro, el de la calle de la Portella, en Can Espanya-Serra, es un ángel con la sentencia "ultima multis" (la última para muchos).

Sin embargo, el que hoy llama nuestra atención se encuentra en la barriada de Santa Catalina. Más concretamente en la calle Despuig, y en el edificio del mismo nombre, ya muy cerca del ábside de la iglesia de Sant Matgí.

Su constructor, o su inspirador, debió ser un hombre de mar o imbuido en el ambiente marinero del barrio de pescadores. Una breve descripción de este reloj de sol nos descubre el porqué. En la base una esfera incluye la fecha de colocación –1927–. De ella nace una columna en forma cónica que está rematada por tres discos. El de la izquierda, orientado hacia el sur, es el del reloj de sol propiamente dicho. El del centro, de menor tamaño, es una brújula. El de la derecha contiene una inscripción grabada en la piedra: "Perseverancia y buen rumbo alcanzarán puerto seguro".

Por si las pruebas de la inspiración marinera de este reloj de sol no fueran suficientes, el conjunto superior está unido por una cadena pétrea rematada con un ancla.

Mallorca cuenta con más de 1.000 relojes solares. De la sencillez práctica del pasado, se pasó a la complejidad creativa en un tiempo en que han perdido su función inicial. Todos, antiguos y modernos, forman un patrimonio que debe ser preservado.