Es el edificio más fotografiado de toda la ciudad, a excepción de la Catedral. Siempre hay un turista mirando hacia arriba en la esquina de la plaza Marqués del Palmer con la calle Colom, deteniendo la vista en los azulejos de colores, la variada decoración floral, alguna representación animal, como por ejemplo mariposas, e incluso un extraño rostro flanqueado por dos dragones alados.

Se trata del edificio Can Rey. Este año cumple un siglo y es "sin duda, de entre todos los realizados en las islas, el más influenciado por el Modernismo catalán y especialmente por la Casa Batlló de Antoni Gaudí", tal como destaca el libro La arquitectura modernista en Balears.

Su autor fue el joyero Lluís Forteza-Rey (1883-1920). Era un hombre de gran inquietud artística y cultural, que realizó numerosos viajes por Europa para conocer las diversas corrientes de la época. De ahí su pasión por el Modernismo, sobre todo el catalán. A los 25 años diseñó Can Rey, con la ayuda del arquitecto Alomar y por encargo de su padre, promotor y bisabuelo de Josep Forteza-Rey.

Es el actual propietario. "Lo heredaron mi padre y nueve tíos, que lo sacaron en pública subasta porque eran mayores y no estaban como para reformar el edificio. Sin decir nada a nadie, me presenté a la subasta y pujé por él", relata. Josep Forteza-Rey tenía la ilusión de "contribuir a preservar este valioso patrimonio y que continuase en manos de la familia".

La rehabilitación

Y así fue. Esto ocurrió hace unas dos décadas. El edificio estaba muy degradado, por lo que tuvo que pedir un préstamo para hacer una rehabilitación integral, tanto de la estructura como de la fachada y la cubierta.

Antes de la intervención, casi todo el inmueble estaba destinado a viviendas, aunque después fue convertido en oficinas. Allí estaba antes la consulta de su abuelo, que era dentista, un bufete de abogados y una farmacia en los bajos, con su propio laboratorio en el sótano. Muchos palmesanos recordarán la botica, que después ha sido una tienda de ropa, una papelería, una bombonería y una cafetería.

Como la rehabilitación ya tiene varios años, el edificio ha vuelto a deteriorarse, por lo que a finales de febrero o principios de marzo se llevará a cabo una nueva mejora. El arquitecto Manel Forteza-Rey, sobrino del dueño, explica que en esta ocasión se tratará de reparar "una serie de fisuras aparecidas en diversas zonas de la fachada. Hace un año se realizó una intervención en las primeras plantas y ahora se hará hasta la azotea".

Las obras consistirán también en fijar los elementos decorativos -para que no se produzca ningún desprendimiento- "con resinas, con varillas de acero inoxidable y con pletinas de acero inoxidable", según indica Forteza-Rey. Los viandantes verán la parte superior de este edificio cubierta con una gran malla gris. Desde una carretilla amarilla con brazo articulado se hará el trabajo, por lo que las fotos de los turistas quedarán deslucidas.

Causas del deterioro

El arquitecto indica además que las causas de las fisuras han sido las dilataciones térmicas producidas en la cubierta, que provocan un empuje lateral hacia la fachada; y la corrosión de la estructura, ya que es metálica y como el edificio está hecho con marés, que no es impermeable, el agua llega hasta el metal, lo corroe y lo dilata.

La solución, concluye, pasará por "mejorar las condiciones del inmueble mediante la aplicación de un hidrofugante en el marés (para impedir que absorba el agua) y un consolidante (para evitar la disgregación de la piedra)". Y, por último, la cubierta se aislará y se impermeabilizará.

El prolífico artista y artífice del edificio, Lluís Forteza-Rey, no pensó en tantos tecnicismos, pero hizo una obra que ha pasado a la historia de la arquitectura.