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Maldeojos

Líquido y transversal

El crimen de las tres niñas de Alcàsser dio un vuelco no sólo a las familias de esas criaturas sino a la forma de hacer televisión, se montaron platós volantes para hurgar en el dolor ajeno

Esta broma dura demasiado. Habla el comentarista político en horas de pico y pala en el plató Jorge Javier Vázquez, que lo mismo se pone sandunguero hablando a través del plasma con el chulazo italiano encerrado en Guadalix, de pecho de bronce y bigotito de galán antiguo, Gianmarco Onestini -su mérito es un cuerpo de gimnasio y llegar con la corona de haber quedado el tercero en la edición de Gran Hermano italiano y quizá la posibilidad de que también aquí, como allí, en un descuido, asome la cabeza de su bicho por el bañador y se forme la de dios-, lo que decía, que Jorge Javier lo mismo ordena el férreo caos guerrero, con un guion estricto para la marcha del espectáculo, que se pone intenso y se dirige a los partidos políticos como un tertuliano baqueteado en diatribas de salón e indica a sus farolillos postineros el camino. Esta nueva hornada de intelectuales metidos a políticos, dice Jorgeja, se ha equivocado de profesión, ahí están el propio Pablo Iglesias, Cayetana Álvarez de Toledo o Marcos de Quinto, pero la broma dura demasiado, así que cuando este horror acabe, seguro que encuentran acomodo en lo de Christian Gálvez, en Pasapalabra. El dardo cargado de veneno, brillante y demoledor, tiene sentido como símbolo de la abuela retirada que cuenta sus batallitas acudiendo a donde la quieran jalear, siempre que no ahonden en impertinentes preguntas, como hizo la lideresa, Esperanza Aguirre, sentándose frente a los botones del programa del rosco. Doña Espe, dicen las crónicas, es una mentirosa compulsiva, un batracio que ha sabido flotar y flotar. Y aquí aparece Ramón Campos. Ya sé, no se preocupe. No lo busque en la casa de Guadalix, no es el último agraciado en la lotería de esos macarras de gorrita ladeada, chándal de raso, cadenas de oro, letras y músicas infames y millonarias visitas en sus cuentas de Youtube. Este hombre tiene un coco privilegiado, un trabajador nato, el tipo que levantó, junto a Teresa Fernández-Valdés, Bambú Producciones -Gran Hotel, Gran Reserva, Velvet, o esa otra cumbre de atrevimiento narrativo y formal que es Fariña, y también, que es a donde quiero llegar, El crimen de Alcàsser, que se puede ver en Netflix-. Me paro aquí, en lo del crimen de las tres niñas en noviembre de 1992. De aquella lúgubre historia que dio un vuelco no sólo a las familias de esas criaturas sino a la forma de hacer televisión -se montaron platós volantes para hurgar como el pico de las aves carroñeras en el dolor ajeno, convertido en mero espectáculo- nacieron algunas estrellas, que aún parecen colear, como el padre de una de las niñas, Miriam, el señor Fernando García.

Trolas e Íker

El documental de Bambú Producciones es un trabajo minucioso -aquí se le dedicó una pieza alabando su interés, su rigor, y su atractivo como un producto de primer nivel de entretenimiento-, donde quedó claro que el padre de Miriam, perdido el oremus, y con la excusa de seguir investigando lo que ya estaba claro, es decir, los asesinos, dando pábulo a locas teorías conspirativas que señalaban a poderosos que ordenaron esas muertes para disfrutarlas como piezas de “snuff”, vídeos de muerte consumidas como placer sexual, inició una campaña para recoger dinero. Ganó un pastón. Pero un pastón. Bien. La otra noche, en el estreno de la nueva temporada de Cuarto Milenio, el gran dios de la impostura, del chalaneo y el misterio y su nave de chifladuras sin fronteras, don Íker Jiménez y su colega Carmen Porter, grandes amantes de la carroña y las trolas, actores de prestigio en el circo de la superchería y el invento, capaces de todo, invitaron al programa a Fernando García. Dedicar un especial al caso Alcàsser en un programa como Cuarto milenio es como crear la figura estrambótica del defensor del espectador en Sálvame, un insulto. El padre de Miriam arremetió contra el documental que lo ponía en su sitio. Los de Netflix, dijo, con malas artes, dejan que la gente piense que soy un sinvergüenza que se quedó con dinero. Vuelvo a Ramón Campos, productor de El crimen de Alcàsser emitido en la plataforma, que asegura que este señor recibió dinero que nunca declaró y no lo usó en investigar porque ya está todo investigado. Y sobre la existencia de la conspiración en la muerte de las niñas, siendo la mayor prueba la existencia de la cinta de vídeo “snuff”, Campos asegura que no existe ni jamás existió y que fue un invento para seguir tirando del carro -y así fue, sólo hay que recordar las delirantes intervenciones del padre y de su colega Juan Ignacio Blanco en el programa de Javier Sardá Crónicas marcianas-.

Bragas a euro

Y como Jorge Javier, Ramón Campos da el salto del despacho y se convierte en comentarista televisivo, y mirando a Íker Jiménez, de cardado impecable, y a doña Carmela Porter, de cómicos morros, les dice que lo que han hecho invitando al padre de Miriam y volviendo al crimen de Alcàsser es una irresponsabilidad, que es condenable la televisión que se hacía en los 90 del pasado siglo, y que ese Cuarto milenio fue una desvergüenza ya que abrir esa puerta de nuevo es dar pábulo al invento, la conspiración, y la duda. Es lo que tiene la televisión basura. Y como hablamos hoy de gente que va y viene de su sitio a otro sitio, transversal y líquida, hay que recibir en la nueva sección de La sexta noche a Gabriel Rufián en Peña que cocina -con Javier Peña, de la segunda edición de Top chef-. Mientras cocinaba pisto dijo que en la política española hay demasiada sal y demasiado condimento. Cocina y política se dan la mano, así que ampliamos las salidas para los políticos que sean expulsados del paraíso. ¿Veremos en MasterChef a Juan José Cortés, el padre de Mariluz, asesinada en 2008, porque el PP andaluz no lo quiere ni en pintura? ¿Y si se hace un Cuarto milenio? Qué bonito sería ver al ex diputado por Huelva de vuelta al mercadillo gritando vamos, niñas, bragas a euro, que me las quitan de las manos. Sería un viaje redondo al origen, transversal y líquido, tan de moda.

La chispa

Sin ‘Pasapalabra’.

Christian Gálvez, presentador de ‘Pasapalabra’.

Lo más parecido a un programa de cultura que tiene Telecinco, y se lo cargan. Desde el 1 de octubre ya no existe en la cadena el programa de Christian Gálvez. No porque lo quiera la casa sino por orden fulminante del Tribunal Supremo atendiendo la denuncia de la productora británica ITV, que acusa a Telecinco de haber copiado al milímetro Pasapalabra. Un claro perdedor, la revista de curiosidades de Pedro Piqueras.

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